La historia la escriben los vencedores.

El 7 de noviembre de 1936 Madrid estaba a punto de caer en manos del ejército africano de Francisco Franco, que avanzando desde primeros de agosto a contrarreloj, se habían plantado, en menos de dos meses, en la ribera del Manzanares dispuestos a tomar al asalto la capital de España después de haber arrollado las inútiles defensas que el gobierno republicano había dispuesto.

De haber caído la ciudad en pocos días, los madrileños probablemente habrían sufrido el mismo destino que sufrieron los pacenses, fusilados en su plaza de toros, o de los talabricenses, donde los gritos de los fusilamientos no dejaron dormir al periodista norteamericano John Thompson Withaker durante semanas. Sin embargo, y contra todo pronóstico, Madrid resistió. Las desarrapadas milicias populares de todo signo reconvertidas a toda marcha en Brigadas Mixtas y, a partir de los siguientes días, las Brigadas Internacionales aguantaron milagrosamente el envite de las fuerzas de choque franquistas dando comienzo un asedió que duró hasta el mismo fin de la Guerra Civil.

LOSAS

Franco lo intentó en varias ocasiones durante 1936 y 1937; por la Ciudad Universitaria, por Majadahonda, por el Jarama y Por Guadalajara, pero fue rechazado en cada ocasión y antes de seguir mandando a sus mejores hombres a la muerte decidió someter a la ciudad a un constante bombardeo aéreo y artillero que lejos de rendirla aumentó su determinación de resistir siempre al enemigo.

Madrid no fue la tumba del fascismo, pero Madrid resistió toda la guerra sin ser conquistada, y eso nunca lo olvidaron los sublevados, que prácticamente desde el final de la guerra quisieron erigir un gran arco del triunfo que conmemorase la victoria de Franco en la guerra; porque en Madrid Franco no ganó.

Los arcos de triunfos son monumentos construidos para la celebración de una victoria militar o conmemoración de un gobernante. Rescatados de la cultura cásica en el renacimiento, todos los gobernantes europeos jalonaron sus capitales de arcos triunfales que celebraban cualquier efeméride militar. Y ese es el espíritu del Arco de la Victoria: Celebrar la victoria militar de un golpista sobre un gobierno legítimamente constituido. No tiene otro significado ni puede dársele otra interpretación.

Después de varios proyectos auspiciados por los gerifaltes del régimen, finalmente, en los años cincuenta se construyó el monumento: El lugar elegido fue la entrada a Madrid por la carretera de la Coruña, en Moncloa, en los terrenos donde uños atrás tuvo lugar la batalla de la Ciudad Universitaria y cientos de hombres murieron como chinches.

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La puerta en sí es un conjunto neoclásico de un solo arco al estilo de la arquitectura monumental fascista italiana, coronado por un conjunto escultórico compuesto por una cuadriga conducida por una Minerva victoriosa, con diferentes motivos alegóricos a la victoria y a la Universidad. En un primer momento el proyecto estaba coronado por estatua ecuestre del mismísimo Franco – Dicen las malas lenguas que la misma estatua que acabó enfrente de los nuevos ministerios –de donde fue retirada en marzo de 2005- y que no pudo colocarse en el monumento porque no se calculó bien el peso de la estatua.

Para mi, el arco no es más que una enorme grapa de granito de más de 40 metros de altura; Espantoso pastiche neoclásico sin ningún tipo de gracia ni relación con la arquitectura madrileña, que pretende pasar como puerta monumental a la ciudad, pareja a las puertas de Alcalá o de Toledo, y de la que lo mejor que se pude decir es que es completamente anodina.

ArcoDeTriunfo

En 2008 el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aprobó la Ley de Memoria Histórica, que entre otras disposiciones preveía la retirada de símbolos y monumentos fascistas y sin embargo, más de un lustro después, nadie ha tenido el cuajo de pretender la demolición o el desmantelamiento del Arco de la Victoria.

Cada vez que vuelvo a Madrid desde la casa de mi madre, lo primero que veo al llegar a la ciudad es el espantoso arco del triunfo, y cada vez que lo veo pienso que es un insulto que siga en pie y que su destino debe ser la piqueta. No entiendo como casi 80 años después de la Guerra Civil y casi 40 años después de reinstaurada la democracia sigue en pie el principal monumento que conmemora la Victoria de Franco sobre la república. No me apetece tener que explicarles a mis hijas que ese monstruo arquitectónico celebra el triunfo de un dictador fascista sobre el pueblo de la ciudad donde viven. Que siga en pie es un insulto a los miles de muertos en la guerra y a los cientos de miles de represaliados que sufrieron la dictadura de Franco.

Creo que ha llegado el momento de hacer cumplir la Ley de Memoria Histórica y pedir de una vez la demolición de este remedo espantoso.

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