En 1919, el escritor norteamericano Johnston McCulley publicó en una revista pulp llamada All-Story Weekly una novelita serializada titulada «La maldición de Capistrano» en la que debutaba el personaje de El Zorro, alter ego de D. Diego de la Vega, un aristócrata criollo californiano que ejercía de Robin Hood durante la dominación Mexicana de California (1823 – 1846).
El personaje bebía de varias fuentes: Robín Hood, como ya se ha mencionado, La Pimpinela Escarlata (novela de 1905) y hasta de la vida de un forajido legendario de la década de 1840 llamado Joaquín Murrieta, que se dedicó a matar mineros chinos y a asaltar diligencias mientras se quejaba de la discriminación hacia los mineros de origen hispano -y que acabó como una celebridad de Futurama-.
La novela fue todo un éxito; Tanto que ya en 1920 Douglas Fairbanks protagonizó la primera película muda sobre el personaje titulada «La Marca del Zorro» en la que se introdujo la indumentaria característica del Zorro -traje negro, mascara, sombrero redondo- de la que McCulley se apropiaría para sus posteriores trabajos literarios con el personaje («Las nuevas aventuras de El Zorro» -1922- «El Zorro cabalga de nuevo -1924- y «la Marca de El Zorro» -también de 1924-).
Desde ese momento El Zorro se convirtió en una máquina de hacer dinero; una docena de libros, varias decenas de películas y series de televisión -mi favorita, la versión Disney de los ’50). Tras la muerte del autor en 1958, surgieron varias versiones apócrifas del personaje en la década de los 70 hasta que los derechos del personaje del Zorro comenzaron a ser explotados a nivel mundial por una compañía llamada Zorro Productions Inc. (ZPI) propiedad del productor John Gertz, quien afirmaba ser el titular de los Derechos de Autor y las Marcas Registradas del nombre, la apariencia visual y el Personaje del Zorro (Copyright y Trademark).
Y hasta ahora todo era maravilloso, porque desde 1977 Gertz hacía pasar por caja a todos los que quisieran usar el personaje, desde las películas de Antonio Banderas y Catherine Zeta Jones hasta el último libro del personaje, de Isabel Allende o un musical con música de los Gipsy Kings.
El asunto es que otro avispado productor, Robert Cabell, estrenó en 1997, en Alemania, un músical llamado «Z, el Musical de Zorro» alegando que Gertz había creado un emporio de licencias y derechos de autor basado nada más que en humo y espejos (sic.) y comenzando así una batalla legal que aún dura.
Hablar de derechos de autor siempre me da dolor de cabeza –tenemos que distinguir si hablamos de derechos en EEUU o Europa; si se trata de derechos morales o de explotación- Resumiendo: Si hablamos de un tema de Copyright, dado que Johnston McCulley falleció en 1958 el Copyright sobre su obra seguiría en vigor, mientras que si como –hasta este momento ha sostenido Gertz y ZPI- McCulley creó el personaje para la revista, en aplicación del acta Mickey Mouse (CTEA) al haber transcurrido más de 95 años desde la publicación de la obra original (y de la película de Fairbanks que le da su aspecto visual reconocible), el personaje estaría en el Dominio Público y por lo tanto cualquiera podría escribir sobre El Zorro sin pasar por caja.
Para paliar esto, Zorro Productions Inc. venía sosteniendo que además de ser propietaria de los Derechos de Autor sobre el las obras, era propietaria de la Marca Registrada (Trademark) del personaje y de las marcas distintivas de El Zorro, pero el mes pasado, a instancia de Cabell, la Oficina europea para la Armonización del Mercado Interior ha declarado que la si bien la Marca «Zorro» es descriptiva del personaje, no lo es tanto de su origen, y como no puede entrar a valorar la validez o no del Copyright que pretende ejercer ZPI ha anulado la marca «Zorro» para las categorías de publicaciones y entretenimiento haciendo prácticamente que el personaje quede libre en la Unión Europea.
¿Y por qué os suelto yo esta chapa de sobre un heroe folletinesco y absolutamente pasado de moda? Porque parece ser que Quentin Tarantino está detrás de hacer un crossover de su Django y El Zorro -del que ya existe cómic- y yo tengo tanto Hype que estoy contando los minutos.