Abrir la boca y acabar en el trullo.

Considero inútil enzarzarse a estas alturas de la película en una discusión sobre lo acertado o desafortunado de los tweets de Guillermo Zapata haciendo chistes gruesos sobre el holocausto, Marta del Castillo o Irene Villa.  Además, aquí está perfectamente explicado el asunto.

Los españoles somos muy dados a reinos de nuestros muertos; si decís que no lo habéis hecho nunca, mentís. Pero una cosa es hacerlo en un corrillo de amigotes y otra en una tribuna pública como es Internet, donde además, nunca se olvida nada.

En 2000, el gobierno de José María Aznar modifico el Código Penal para introducir un nuevo tipo penal de Exaltación del terrorismo, que en un primer momento no había estado previsto en el  Código de 1995.

El objeto de esta reforma era evitar los repetidos homenajes que se celebraban en el país vasco a ETA y a los etarras y la persecución social que sufrían las víctimas de ETA o sus familiares por parte de estos mal nacidos, dentro de la estrategia de Aznar de estigmatizar el entorno de apoyo a la Banda Terrorista.

Podría apostarme un ojo a que cuando aprobaron la Ley no estaban pensando «Oye, están haciendo chistes sobre Carrero Blanco -o Miguel Ángel Blanco, o Irene Villa. ¡Esto es inadmisible, hay que detenerles!». Y es que parece mentira que haya que explicar que unos miserables se dedicaban (y se dedican) a pintar dianas con el lema «¡ETA mátalos!» en las casas de gente que ha sido asesinada por ETA

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A pesar de esto, la propia exposición de motivos de la ley establecía que no se trataba de coartar la libertad de expresión si no de evitar la exaltación de los métodos terroristas y la humillación o el menosprecio a la víctima, marcando que se debía perseguir las conductas «especialmente perversas».

«III

La introducción de un nuevo tipo penal de exaltación del terrorismo en el nuevo artículo 578 del Código Penal se dirige a sancionar a quienes enaltezcan o justifiquen por cualquier medio de expresión pública o difusión los delitos de terrorismo o a quienes participen en su ejecución, o la realización de actos que entrañen descrédito, menosprecio o humillación de las víctimas de los delitos terroristas o de sus familiares.

Las acciones que aquí se penalizan, con independencia de lo dispuesto en el artículo 18 del propio Código, constituyen no sólo un refuerzo y apoyo a actuaciones criminales muy graves y a la sostenibilidad y perdurabilidad de las mismas, sino también otra manifestación muy notoria de cómo por vías diversas generará el terror colectivo para hacer avanzar los fines terroristas.

No se trata, con toda evidencia, de prohibir el elogio o la defensa de ideas o doctrinas, por más que éstas se alejen o incluso pongan en cuestión el marco constitucional, ni, menos aún, de prohibir la expresión de opiniones subjetivas sobre acontecimientos históricos o de actualidad. Por el contrario, se trata de algo tan sencillo como perseguir la exaltación de los métodos terroristas, radicalmente ilegítimos desde cualquier perspectiva constitucional, o de los autores de estos delitos, así como las conductas especialmente perversas de quienes calumnian o humillan a las víctimas al tiempo que incrementan el horror de sus familiares. Actos todos ellos que producen perplejidad e indignación en la sociedad y que merecen un claro reproche penal

Yo soy un acérrimo defensor de la libertad de Expresión, como principal salvaguardia de nuestra democracia. Como dijo Evelyn Beatrice Hall  «Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo» y creo que el límite al ejercicio de este derecho está en la defensa del honor y el buen nombre de los particulares con la tipificación, de la injuria y la calumnia.

Y es que hay un trecho, un salto cualitativo abismal, entre reírse de un hecho horrible y señalar como objetivos de una banda terrorista a la viuda y a os hijos de un tío al que le han descerrajado tres tiros en la cabeza. Lo primero te califica como persona, y lo siguiente te convierte en un criminal.

De toda la ristra de tweets más o menos ofensivos que publicó Zapata, una Asociación de Victimas del Terrorismo, la Asociación Dignidad y Justicia, considera uno en el que hace un chiste sobre Irene Villa y las niñas de Alcasser como un ejemplo de «humillación a las víctimas del terrorismo». -ojo, que a las niñas de Alcasser, no se las humilla, que no son victimas del terrorismo, eh-

 

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El juez de la Audiencia Nacional Pedraz ha admitido a trámite la Querella de Dignidad y Justicia (Personalmente creo que podría haberla rechazado de entrada, pero bueno). El Fiscal, dentro de la estrategia criminalizadora de la opinión y respondiendo a los intereses políticos del Partido Popular, ha pedido su imputación. Finalmente Zapata ha sido llamado a declarar por hacer un chiste (y ni siquiera es de los buenos) sobre Irene Villa.

Eso si, el juez ha impuesto una fianza de 20.000 euros a la Asociación Dignidad y Justicia para poder personarse en la Causa, lo que me hace sospechar que Pedraz es un poco troll.

Supongo, que después de tomar declaración a Guillermo Zapata, Pedraz sobreseerá el caso. No entiendo que pueda pasar otra cosa, porque no es lo mismo la responsabilidad política que la responsabilidad criminal.

 

 

La historia la escriben los vencedores.

El 7 de noviembre de 1936 Madrid estaba a punto de caer en manos del ejército africano de Francisco Franco, que avanzando desde primeros de agosto a contrarreloj, se habían plantado, en menos de dos meses, en la ribera del Manzanares dispuestos a tomar al asalto la capital de España después de haber arrollado las inútiles defensas que el gobierno republicano había dispuesto.

De haber caído la ciudad en pocos días, los madrileños probablemente habrían sufrido el mismo destino que sufrieron los pacenses, fusilados en su plaza de toros, o de los talabricenses, donde los gritos de los fusilamientos no dejaron dormir al periodista norteamericano John Thompson Withaker durante semanas. Sin embargo, y contra todo pronóstico, Madrid resistió. Las desarrapadas milicias populares de todo signo reconvertidas a toda marcha en Brigadas Mixtas y, a partir de los siguientes días, las Brigadas Internacionales aguantaron milagrosamente el envite de las fuerzas de choque franquistas dando comienzo un asedió que duró hasta el mismo fin de la Guerra Civil.

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Franco lo intentó en varias ocasiones durante 1936 y 1937; por la Ciudad Universitaria, por Majadahonda, por el Jarama y Por Guadalajara, pero fue rechazado en cada ocasión y antes de seguir mandando a sus mejores hombres a la muerte decidió someter a la ciudad a un constante bombardeo aéreo y artillero que lejos de rendirla aumentó su determinación de resistir siempre al enemigo.

Madrid no fue la tumba del fascismo, pero Madrid resistió toda la guerra sin ser conquistada, y eso nunca lo olvidaron los sublevados, que prácticamente desde el final de la guerra quisieron erigir un gran arco del triunfo que conmemorase la victoria de Franco en la guerra; porque en Madrid Franco no ganó.

Los arcos de triunfos son monumentos construidos para la celebración de una victoria militar o conmemoración de un gobernante. Rescatados de la cultura cásica en el renacimiento, todos los gobernantes europeos jalonaron sus capitales de arcos triunfales que celebraban cualquier efeméride militar. Y ese es el espíritu del Arco de la Victoria: Celebrar la victoria militar de un golpista sobre un gobierno legítimamente constituido. No tiene otro significado ni puede dársele otra interpretación.

Después de varios proyectos auspiciados por los gerifaltes del régimen, finalmente, en los años cincuenta se construyó el monumento: El lugar elegido fue la entrada a Madrid por la carretera de la Coruña, en Moncloa, en los terrenos donde uños atrás tuvo lugar la batalla de la Ciudad Universitaria y cientos de hombres murieron como chinches.

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La puerta en sí es un conjunto neoclásico de un solo arco al estilo de la arquitectura monumental fascista italiana, coronado por un conjunto escultórico compuesto por una cuadriga conducida por una Minerva victoriosa, con diferentes motivos alegóricos a la victoria y a la Universidad. En un primer momento el proyecto estaba coronado por estatua ecuestre del mismísimo Franco – Dicen las malas lenguas que la misma estatua que acabó enfrente de los nuevos ministerios –de donde fue retirada en marzo de 2005- y que no pudo colocarse en el monumento porque no se calculó bien el peso de la estatua.

Para mi, el arco no es más que una enorme grapa de granito de más de 40 metros de altura; Espantoso pastiche neoclásico sin ningún tipo de gracia ni relación con la arquitectura madrileña, que pretende pasar como puerta monumental a la ciudad, pareja a las puertas de Alcalá o de Toledo, y de la que lo mejor que se pude decir es que es completamente anodina.

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En 2008 el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aprobó la Ley de Memoria Histórica, que entre otras disposiciones preveía la retirada de símbolos y monumentos fascistas y sin embargo, más de un lustro después, nadie ha tenido el cuajo de pretender la demolición o el desmantelamiento del Arco de la Victoria.

Cada vez que vuelvo a Madrid desde la casa de mi madre, lo primero que veo al llegar a la ciudad es el espantoso arco del triunfo, y cada vez que lo veo pienso que es un insulto que siga en pie y que su destino debe ser la piqueta. No entiendo como casi 80 años después de la Guerra Civil y casi 40 años después de reinstaurada la democracia sigue en pie el principal monumento que conmemora la Victoria de Franco sobre la república. No me apetece tener que explicarles a mis hijas que ese monstruo arquitectónico celebra el triunfo de un dictador fascista sobre el pueblo de la ciudad donde viven. Que siga en pie es un insulto a los miles de muertos en la guerra y a los cientos de miles de represaliados que sufrieron la dictadura de Franco.

Creo que ha llegado el momento de hacer cumplir la Ley de Memoria Histórica y pedir de una vez la demolición de este remedo espantoso.