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Vamos a transformar madrid
El pasado 1 y 2 de diciembre se celebró la Asamblea Regional de Izquierda Unida de la Comunidad de Madrid, las opciónes que luchábamos por el cambio sufrimos la peor de las derrotas, la que se produce por la mínima (el continuísmo obtuvo el 51% de los votos, frente al 37% y al 12% de las otras dos candidaturas, tan solo 17 votos de diferencia) y deja a uno repasando obsesivamente todo lo que hizo o pudo haber hecho durante esos días de asamblea, buscando el fallo que impidió que las opciones de cambio vencieran en dicha votación.
La verdad es que ese ejercicio de autoflagelación es absolutamente inutil, no va a cambiar nada del pasado y no va a mejorar el futuro, es mucho mejor ver el camino que hemos recorrido hasta aquí y recuperar lo que nos sirva para avanzar:
Fuimos muchos militantes quienes hacía ya más de un año ante la deriva que estaba tomando la organización tanto en cuestiones internas, como en algunas cuestiones políticas ,como nuestro papel en Caja Madrid y Bankia, decidimos que debíamos construir una alternativa para nuestra federación. Poco a poco fuimos poniéndonos de acuerdo, redactamos documentos con nuestras posturas, fuimos involucrando a cada vez más compañeros y compañeras. y sentado las bases de esta alternativa a la que llamamos Cambiar IUCM.
La máxima escenificación de ese proyecto muy difrente del que venía manteniendo el anterior nucleo dirigente fue el de elaborar y presentar un documento político organizativo propio, que muchos y muchas hemos defendido en las asambleas de base. Ese documento con sus aciertos y con sus carencias mostraba que existía un proyecto político diferente para nuestra organización y lo más importante, permitió a muchos compañeros y compañeras debatir sobre política e ilusionarse con la posibilidad de un cambio real, en definitiva se les dio la opción de elegir entre dos concepciones distintas del momento político que vivimos, las estrategias a seguir y el modelo de organización que necesitamos. Solo eso es ya un éxito que ninguna votación puede quitarnos.
No ganamos la votación del documento, pero gracias al debate que generó sí que logramos introducir cambios en el documento oficial que lo hacen radicalmente distinto: La censura sobre la actuación en Bankia, la recuperación de la Asamblea de Madrid Ciudad (fundamental para poder controlar a muchos de nuestros cargos públicos y para que las asambleas de Madrid tengan los mismos derechos que el resto), o la defensa del papel de las áreas de elaboración colectiva.
Aun así hay una cosa mucho más importante, hemos convencido a una gran parte de la militancia de base y también a una gran parte de quienes desde fuera tienen sus ojos puestos en IU de que el cambio es posible. Les hemos convencido de que es posible una Izquierda Unida en la calle pegada a los movimientos sociales, que sea siempre combativa y nunca esté en connivencia con quienes nos agreden y nos roban el futuro, y por encima de todo, una IUCM que no solo se cree, sino que considera su obligación formar parte de un bloque político y social que ejerza el poder para transformar nuestra realidad y dar respuesta a los problemas de la gran mayoría.
Ninguna votación ganada o perdida nos libra de la responsabilidad que implica haber generado esa convicción; al día siguiente de la Asamblea se han seguido produciendo desahucios, se ha continuado destruyendo empleos y se prepara el siguiente golpe a nuestros derechos por parte de este régimen. Si abandonamos desmoralizados por no haber obtenido la victoria total a la que aspirábamos y que tanto desean quienes nos apoyan, cuando queramos volver a dar la batalla nadie nos creerá.
Yo lo tengo claro, ahora no podemos fallar, no sólo tenemos que cambiar IUCM, tenemos que transformar Madrid y vamos a hacerlo, porque la gente no puede esperar más, porque estamos sobrádamente preparados y legitimados , y porque ese siempre ha sido nuestro objetivo.
Paz positiva, Paz negativa y ¿Adivinan? Sánchez Gordillo
Ayer analizaba la acción del SAT desde una perspectiva eminentemente liberal, la verdad no me causa grandes preocupaciones manejarme con esa teoría, porque aunque parte de algunos presupuestos completamente erróneos, como el de no cuestionar las desigualdades de poder o la desigualdad (y sus causas) de la distribución de la propiedad previa a ese mítico contrato social, es una teoría que pone el acento en algo que desde la izquierda no debemos olvidar y es la libertad del individuo: Nuestro objetivo no es eliminar la contradicción capital-trabajo, nuestro objetivo, y lo compartimos desde premisas diferentes con aquellos liberales progresistas honestos, es lograr la emancipación del ser humano.
Hoy voy a analizar la cuestión de la desobediencia civil desde perspectivas un poco más marxianas o por lo menos, desde perspectivas un poco más estructuralistas, y para ello me voy a volver a servir de los conceptos paz negativa y paz positiva, como ya hiciera hace justo un año para lanzar algunas pinceladas sobre las “london riots”.
Para quien no quiera leerse el post de hace un año paso definir brévemente ambos conceptos:
La paz negativa es la forma más obvia de conceptualizar la paz, se entiende como la ausencia de violencia explícita. Es decir, si no hay ostias, hay paz. Este concepto está muy arraigado en el mundo anglosajón, donde la perspectiva cuantitativista arrasó durante la época de la guerra fría, y donde su modelo para mantener la paz se basó en la mutua destrucción asegurada
La paz positiva por el contrario, es un concepto acuñado por el sociólogo Johan Galthung, con el que tuve la ocasión de intercambiar ideas una vez y la verdad me pareció un pensador treméndamente práctico y muy lúcido. Para Galthung la paz positiva no es solo la ausencia de violencia explícita, sino también la ausencia de violencia estructural. Claro pero aquí hablamos de la estructura, y todavía ni las Ciencias Sociales se han puesto del todo de acuerdo en su definición. Para ser operativos, intentemos entenderlo de manera muy sucinta como lo siguiente:
“La estructura social es el conjunto de relaciones humanas y la manera jerárquica en la que estas se organizan . No todos los sujetos en la sociedad ocupan la misma posición, ni cumplen el mismo papel , ni tienen la misma capacidad de afectar a la propia estructura y por tanto tampoco la misma de afectar a otros miembros de la estructura”.
Bien, ahora una vez tenemos nuestra definición de estructura, veamos que es eso de la violencia estructural:
La violencia estructural sería aquellas situaciones donde un individuo o más concrétamente un conjunto de individuos que comparten características comunes, sufren agresiones y agravios que se producen y se fundamentan debido a la posición que ocupan dentro de una determinada estructura social. El desempleo de larga duración, la pobreza, la segregación, el apartheid, el machismo, todo eso son ejemplos de violencia estructural. Voy a hacer honor a dos comentarios que se me han hecho a escritos anteriores:
Por un lado al que me hizo hace un año el Psicólogo Social Ricardo Zúñiga, alertando que querer eliminar la violencia estructural totalmente podía llevar a pensamientos totalitarios. Por supuesto si entendemos la violencia estructural como algo que solo puede tomar dos valores 0 o 1 donde 0 significa que existe violencia estructural y 1 que no existe ese riesgo existe, no obstante en situaciones donde se acepte el pluralismo político y social podríamos entender que es un continium entre 0 y 1 es decir, que existen distintos grados de violencia estructural y que podría tomar valores intermedios entre 0 y 1 (0,1 ó 0,9. Curiosamente en las situaciones donde existe mayor violencia estructural el pluralismo suele desaparecer, produciéndose una tremenda polarización. (Sobre este tema el libro de Zymunt Bauman Modernidad y Holocausto es fundamental).
Por otro, la que me hizo Horacio Diez comentando que ayer me salté el papel de la Socialdemocracia de un plumazo, hablando del contrato social y justo después de Ronald Reagan, los Chicago Boys, Margaret Thatcher y etc. El papel que cumplió la socialdemocracia de la Europa capitalista en la reducción de la violencia estructural en esa Europa fue fundamental. La construcción de ese estado del bienestar permitió una época de paz positiva muy alta para una gran cantidad de la población, posiblemente a costa de algunas capas de la sociedad , a costa de una huella ecológica muy grande, y muy posiblemente a costa de las poblaciones de otros lugares del mundo, pero es un hecho que debemos reconocer.
Bien y todo esto a dónde nos lleva, pues de nuevo a Galthung y sus presupuestos en los que considera que aquellos procesos de resolución de conflictos que no construyen paz positiva sino solo se enfocan en la paz negativa y que no solucionan la cuestión de la violencia estructural en muchos casos están condenados a fracasar, y a que esa paz negativa termine por romperse.
Lo mismo podría aplicarse a situaciones sociales donde la violencia estructural aumenta de manera considerable, pudiéndose convertir esto en un preludio de la ruptura de la paz negativa. La acción del SAT, la paralización de desahucios y otras acciones de desobediencia producen la ruptura de esa paz negativa, pues aun siendo acciones en las que quienes las practican promulgan la no violenta, producen en mayor o menor medida la reacción del aparato que ejerce el monopolio del uso legítimo de la violencia (del estado a través de la policía). En el conflicto minero está claro que la paz negativa se fue a tomar por culo.
foto de Periodismo Humano
Y ahora ¿Existe una mayor cantidad de violencia estructural en la actualidad que en 2006?, pues miren, en mi opinión sí y aporto algunas cuestiones para ilustrarlo:
El contrato social, la desobediencia civil y Sanchez Gordillo
En los finales del apuntalamiento del estado moderno, los teóricos liberales desarrollaron un concepto metafórico para explicar la legitimidad del estado para ejercer el monopolio del uso legítimo de la violencia y la obligación de todos los ciudadanos de cumplir la ley, a ese concepto se le denominó “el contrato social”.
El contrato social consistía en que todos los ciudadanos renunciaban a una parte de su libertad positiva (su capacidad de obrar) y reconocían la libertad negativa de sus conciudadanos (la capacidad que no obraran sobre uno contra su voluntad) para así evitar estar en el estado de naturaleza, donde el progreso era imposible pues al no haber obligaciones entre los seres humanos la inseguridad era constante, la cooperación imposible y el conflicto inevitable.
Este contrato social original garantizaba esencialmente el derecho a la vida y el derecho a la propiedad privada y posteriormente se añadirían algunos derechos más como la libertad de pensamiento o de expresión. El ejemplo más notable de la cristalización de este pensamiento lo encontramos en la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789
Este pensamiento es el nucleo central de lo que hoy llamaríamos el estado de derecho.
Progresivamente, en parte por el surgimiento y fortalecimiento del movimiento obrero nuevas cuestiones fueron sumándose para complementar este contrato social:
Por un lado la extensión del sufragio universal, en un primer momento masculino, y la ampliación y extensión de algunos derechos. Esto conformaría el núcleo de lo que hoy conocemos como el estado democrático.
Por otro lado el estado adquiriría un compromiso en Europa occidental con garantizar un cierto nivel de bienestar a todos los miembros de la sociedad y una cierta redistribución de la riqueza. A esto se le llamaría el estado social y cristalizaría en lo que algunos autores llaman el contrato social de posguerra (De la II Guerra Mundial). No se puede entender la creación del Estado del Bienestar en Europa, sin comprender que sin el miedo a la revuelta obrera y a las revoluciones de signo socialista y comunista, muy especialmente a partir de 1917 y el triunfo de la revolución en la URSS, no se habría dado este. Básicamente el contrato social de posguerra indicaba que el movimiento obrero no cuestionaría violenta y revolucionariamente la distribución de la propiedad y a cambio el estado y la clase burguesa/dirigente se comprometía a garantizar unos niveles razonables de bienestar.
Bien, tras la crisis económica de los años 70 el modelo que había funcionado durante casi 30 años empezó a hacer aguas, y este consenso empezó a saltar en mil pedazos. Políticos como Ronald Reagan, Margaret Thatcher y pensadores como Milton Friedman y sus Chicago Boys comenzaron una ofensiva que duraría unos veinte años donde todas las regulaciones al mercado y parte de los contenidos del contrato social de posguerra se irían poniendo en cuestión. Y así llegamos a los 90 donde la última oleada de desregulaciones se produce y comienzan a fraguarse las sucesivas burbujas que nos han llevado hasta la situación actual (pero esto da para otro post).
La cuestión es que con la última crisis económica, cuyo pistoletazo de salida se da con la crisis financiera de 2008 el contrato social de posguerra está absoluta y totalmente resquebrajado, al menos en los países más afectados por esta, como es el nuestro. A un desempleo brutal (en más de 1.400.000 hogares españoles ninguno de sus miembros trabaja y cerca de 500.000 hogares no ingresa nada ) se le suma el dinamitamiento de pilares básicos como el acceso universal a la salud, a la educación pública, el subsidio de desempleo o las pensiones (aquí todavía no tocadas pero solo tenemos que ver la hoja de ruta Griega). A esto le sumamos una cierta degeneración y también ataque al estado democrático como son la corrupción impune, la escasa circulación de las élites partidarias, o el dinamitamiento de la negociación colectiva.
En definitiva podríamos hablar de que al menos el contrato social de posguerra ha quedado suspendido. Podríamos hablar porque los contratos sociales son cuestiones abstractas y metafóricas. Igual que no podemos decidir no firmar ese contrato ni cuando nacemos, ni cuando alcanzamos la mayoría de edad, tampoco se puede decir a ciencia cierta y de manera inequívoca cuando ha quedado suspendido, ni tampoco existe un ente concreto legitimidado para dictaminar cuando queda suspendido, no obstante esta acumulación de hechos parece darnos una ligera idea de en que marco nos movemos.
Y en todo este contexto, existen colectivos que entienden que la vulneración o la falta de garantías de ciertos derechos como es el derecho a la vivienda , el derecho a la movilidad ,el derecho a que el gobierno cumpla los acuerdos firmados con la representación sindical, el derecho universal a la salud, o el derecho a la alimentación los legitiman para tensar y violentar las normas legales como una manera de construir símbolos y visibilizar sus luchas,y en casi ningún caso se plantea que dichas acciones sean la manera de solucionar el problema. En algunos casos entra dentro del concepto de desobediencia civil, en otros beben más de la tradición de la revuelta obrera. Lo que está claro es que la acción en la que participó Sanchez Gordillo (junto a otros 400 jornaleros) de ayer ni es un saqueo, ni es un pillaje y que bebe mucho de la desobediencia civil, buscando ilustrar que mientras en este país se vuelve a pasar hambre, Amancio Ortega se convierte en el tercer hombre más rico del mundo, y los supermercados tiran comida caducada antes que donarla
Necestiamos un pies negros
Llevo ya un tiempo diciéndolo, necesitamos un manos limpias de izquierdas, y la genial Albita Klein, me dio la idea del nombre, “pies negros”.
Necesitamos una organización que nos permita llevar a los tribunales a los responsables de la crisis, que no es tal, sino una monumental estafa. A la lucha en las calles y en las instituciones, debemos de sumarle la lucha en los tribunales.
Esto es necesario por dos motivos:
El primero es que de toda esta gigantesca concatenación de tropelías a la que llamamos “crisis” tienen que dirimirse responsabilidades, y no sólo políticas. Alguien se lo está llevando crudo, alguien está ganando con esto, y los tribunales tienen que dirimir si hay responsabilidades legales en esto. Si no las hay, se demostrará que nuestro estado de derecho no es tal.
Lo segundo es que no podemos ceder espacios de lucha a la extremaderecha. Nos debe hacer reflexionar que ahora sea necesario que nos pongamos a pensar en como es posible que se nos adelanten en estas cuestiones y qué es lo que podemos hacer para que no vuelva a suceder. Será nefasto si de esa reflexión no sale una propuesta para la acción y ponemos en marcha las estructuras necesarias para lanzar una verdadera ofensiva judicial sostenida en el tiempo contra quienes están atentando contra nuestros derechos.
Tenemos que dejar de ir a remolque, tenemos que tomar la iniciativa y la acción judicial es otro de los ámbitos que no podemos dejar sin tocar.
Ahora parece que IU presentará una denuncia ante la Fiscalía General del Estado, pero me sigo reafirmando, necesitamos una estructura permanente y organizada.
#12M15M Sigue siendo necesario ejercer el poder
“Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agítense, porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organícense, porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza” A. Gramsci
Hace casi un año escribía una reflexión sobre la necesidad de que el movimiento 15M se plantease seriamente la necesidad de ejercer el poder y trascendiera más allá de la reivindicación programática y la simple protesta. El riesgo de no hacerlo era que pasadas las elecciones que es el momento de vulnerabilidad al que se someten las élites partidarias, la oleada de recortes sociales,privatizaciones y represión se recrudecieran. Creo que no era un miedo infundado.
Ayer leía un post de un gran descubrimiento que ha sido Ricard Aris , donde justamente pareciera que el movimiento 15M y sus integrantes no tuvieran/tuviéramos* la obligación de buscar soluciones e incluso llegado el momento acumular el poder necesario para ponerlas en marcha. Especial descauerdo me genera esta frase:
“Sentarse en el suelo levantando las manos y gritar “estas son nuestras armas” hasta que los políticos se quieran dar cuenta de que no nos vamos a ir, por muchas cargas policiales que se produzcan contra menores en los colegios o en las plazas contra iaioflautas.”
Lo primero es que me genera rechazo porque yo no estoy dispuesto a regalarle a la élite la palabra política. La política es la base de nuestra vida social, y el movimiento 15M también hace política y debe seguir haciendo política. “Política”, al igual que nuestras plazas es una palabra que debemos reconquistar y volver a dotarla de significado, y arrancarla de esas concepciones tan pobres que solo entienden que se hace política en las instituciones y en las cúpulas de los partidos. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de volver a convertirnos en idiotas (en el sentido que le daba Aristoteles).
Lo segundo es el sentido táctico de las movilizaciones. Es un error considerar que las manifestaciones son un fin en sí mismo. Las manifestaciones, son el equivalente al momento en el que los generales hacían formar a sus tropas frente al otro como una manera de mostrar su capacidad frente al enemigo, si después no hay voluntad de ir a la batalla, o no hay plan de batalla, de poco servirá. Otra de las funciones que tienen las manifestaciones es la del reafirmamiento colectivo al encontrarse miles de individuos en un mismo lugar, por un mismo motivo, y bajo unas señas comunes. De ser un éxito se refuerza tanto la propia identidad colectiva, como la sensación de capacidad que el individuo tiene al pertenecer al colectivo. Si después con esa capacidad no se hace nada, el efecto de estas manifestaciones lejos de ser transformador, se convierte en sedante, y en un derroche. Es ahí donde nace las reivindicaciones de hacer más hacia el 15M, si no se va más allá, se está derrochando una capacidad preciosa, necesaria para hacer frente a lo que se nos viene encima, y para generar la alternativa.
*La columna Noroeste a su paso por el Senado en manifestación del 19J
Hasta el momento el 15M ha tenido una gran capacidad de conmover y agitar, ha logrado instruir a muchas personas y se ha convertido en una “escuela de militancia” pero ahora, sin cagarla y sin provocar heridas, para que nos entendamos ,sin producir un DRYgate (que no me parecen para nada mal sus fines, sino sus formas), es, en mi opinión, el momento de organizarse.
Es el momento de organizarse, y ejercer el poder:
Iniciativas como la PAH (prexistente al 15M pero que ha tenido una relación treméndamente simbiótica con el movimiento), la oficina precaria, la creación de medios alternativos como el Madrid 15M o AgoraSol, la puesta en marcha de centros sociales, las acciones desobedientes de los yayoflautas, o la participación de muchas asambleas en la anterior huelga general junto al sindicalismo de clase son ejemplos de algo que es mucho más potente a la larga que una macromanifestación + acampada, que además corre el riesgo de convertirse en folclore, una vez las instituciones se den cuenta que pueden permitirla “dentro de unos límites” y reprimirla cuando real o imaginariamente se superen.
Actualización 14:11 – Este Artículo de “El Pais” ilustra muy bien las iniciativas hacia las que se deben enfocar las energías ”
Y es de verdad el momento de organizarse porque lo que se nos viene encima, no tiene que ver con lo que la lucha había sido hasta ahora (y que partidos de izquierda transformadora y sindicalismo de clase tampoco fuimos capaces de ver, y en muchos casos tampoco lo están viendo nuestros dirigentes):
Esto ya no es el clásico partido de futbol americano donde los partidarios de la igualdad y los partidarios de la desigualdad en nombre de la “libertad individual” (la clásica lucha izquierda-derecha), o los de arriba contra los de abajo (la lucha de clases), confrontábamos y avanzábamos más o menos la línea. Estamos, como dice una querida y muy fraternal rival, ante un cambio en las reglas fundamentales, ante un cambio de deporte incluso, estamos ante la posibilidad de un neofeudalismo. Y volviendo al gran Antonio Gramsci:
“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos “
Y es que los monstruos, compañeros y compañeras, de momento, nos están ganando la partida.
*Por honestidad diré que aun apoyando el movimiento todavía no sé si me siento miembro de él, o sólo alguien que lo apoya con mucha fuerza y participa eventualmente.