August, 2012
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Paz positiva, Paz negativa y ¿Adivinan? Sánchez Gordillo
Ayer analizaba la acción del SAT desde una perspectiva eminentemente liberal, la verdad no me causa grandes preocupaciones manejarme con esa teoría, porque aunque parte de algunos presupuestos completamente erróneos, como el de no cuestionar las desigualdades de poder o la desigualdad (y sus causas) de la distribución de la propiedad previa a ese mítico contrato social, es una teoría que pone el acento en algo que desde la izquierda no debemos olvidar y es la libertad del individuo: Nuestro objetivo no es eliminar la contradicción capital-trabajo, nuestro objetivo, y lo compartimos desde premisas diferentes con aquellos liberales progresistas honestos, es lograr la emancipación del ser humano.
Hoy voy a analizar la cuestión de la desobediencia civil desde perspectivas un poco más marxianas o por lo menos, desde perspectivas un poco más estructuralistas, y para ello me voy a volver a servir de los conceptos paz negativa y paz positiva, como ya hiciera hace justo un año para lanzar algunas pinceladas sobre las “london riots”.
Para quien no quiera leerse el post de hace un año paso definir brévemente ambos conceptos:
La paz negativa es la forma más obvia de conceptualizar la paz, se entiende como la ausencia de violencia explícita. Es decir, si no hay ostias, hay paz. Este concepto está muy arraigado en el mundo anglosajón, donde la perspectiva cuantitativista arrasó durante la época de la guerra fría, y donde su modelo para mantener la paz se basó en la mutua destrucción asegurada
La paz positiva por el contrario, es un concepto acuñado por el sociólogo Johan Galthung, con el que tuve la ocasión de intercambiar ideas una vez y la verdad me pareció un pensador treméndamente práctico y muy lúcido. Para Galthung la paz positiva no es solo la ausencia de violencia explícita, sino también la ausencia de violencia estructural. Claro pero aquí hablamos de la estructura, y todavía ni las Ciencias Sociales se han puesto del todo de acuerdo en su definición. Para ser operativos, intentemos entenderlo de manera muy sucinta como lo siguiente:
“La estructura social es el conjunto de relaciones humanas y la manera jerárquica en la que estas se organizan . No todos los sujetos en la sociedad ocupan la misma posición, ni cumplen el mismo papel , ni tienen la misma capacidad de afectar a la propia estructura y por tanto tampoco la misma de afectar a otros miembros de la estructura”.
Bien, ahora una vez tenemos nuestra definición de estructura, veamos que es eso de la violencia estructural:
La violencia estructural sería aquellas situaciones donde un individuo o más concrétamente un conjunto de individuos que comparten características comunes, sufren agresiones y agravios que se producen y se fundamentan debido a la posición que ocupan dentro de una determinada estructura social. El desempleo de larga duración, la pobreza, la segregación, el apartheid, el machismo, todo eso son ejemplos de violencia estructural. Voy a hacer honor a dos comentarios que se me han hecho a escritos anteriores:
Por un lado al que me hizo hace un año el Psicólogo Social Ricardo Zúñiga, alertando que querer eliminar la violencia estructural totalmente podía llevar a pensamientos totalitarios. Por supuesto si entendemos la violencia estructural como algo que solo puede tomar dos valores 0 o 1 donde 0 significa que existe violencia estructural y 1 que no existe ese riesgo existe, no obstante en situaciones donde se acepte el pluralismo político y social podríamos entender que es un continium entre 0 y 1 es decir, que existen distintos grados de violencia estructural y que podría tomar valores intermedios entre 0 y 1 (0,1 ó 0,9. Curiosamente en las situaciones donde existe mayor violencia estructural el pluralismo suele desaparecer, produciéndose una tremenda polarización. (Sobre este tema el libro de Zymunt Bauman Modernidad y Holocausto es fundamental).
Por otro, la que me hizo Horacio Diez comentando que ayer me salté el papel de la Socialdemocracia de un plumazo, hablando del contrato social y justo después de Ronald Reagan, los Chicago Boys, Margaret Thatcher y etc. El papel que cumplió la socialdemocracia de la Europa capitalista en la reducción de la violencia estructural en esa Europa fue fundamental. La construcción de ese estado del bienestar permitió una época de paz positiva muy alta para una gran cantidad de la población, posiblemente a costa de algunas capas de la sociedad , a costa de una huella ecológica muy grande, y muy posiblemente a costa de las poblaciones de otros lugares del mundo, pero es un hecho que debemos reconocer.
Bien y todo esto a dónde nos lleva, pues de nuevo a Galthung y sus presupuestos en los que considera que aquellos procesos de resolución de conflictos que no construyen paz positiva sino solo se enfocan en la paz negativa y que no solucionan la cuestión de la violencia estructural en muchos casos están condenados a fracasar, y a que esa paz negativa termine por romperse.
Lo mismo podría aplicarse a situaciones sociales donde la violencia estructural aumenta de manera considerable, pudiéndose convertir esto en un preludio de la ruptura de la paz negativa. La acción del SAT, la paralización de desahucios y otras acciones de desobediencia producen la ruptura de esa paz negativa, pues aun siendo acciones en las que quienes las practican promulgan la no violenta, producen en mayor o menor medida la reacción del aparato que ejerce el monopolio del uso legítimo de la violencia (del estado a través de la policía). En el conflicto minero está claro que la paz negativa se fue a tomar por culo.
foto de Periodismo Humano
Y ahora ¿Existe una mayor cantidad de violencia estructural en la actualidad que en 2006?, pues miren, en mi opinión sí y aporto algunas cuestiones para ilustrarlo:
El contrato social, la desobediencia civil y Sanchez Gordillo
En los finales del apuntalamiento del estado moderno, los teóricos liberales desarrollaron un concepto metafórico para explicar la legitimidad del estado para ejercer el monopolio del uso legítimo de la violencia y la obligación de todos los ciudadanos de cumplir la ley, a ese concepto se le denominó “el contrato social”.
El contrato social consistía en que todos los ciudadanos renunciaban a una parte de su libertad positiva (su capacidad de obrar) y reconocían la libertad negativa de sus conciudadanos (la capacidad que no obraran sobre uno contra su voluntad) para así evitar estar en el estado de naturaleza, donde el progreso era imposible pues al no haber obligaciones entre los seres humanos la inseguridad era constante, la cooperación imposible y el conflicto inevitable.
Este contrato social original garantizaba esencialmente el derecho a la vida y el derecho a la propiedad privada y posteriormente se añadirían algunos derechos más como la libertad de pensamiento o de expresión. El ejemplo más notable de la cristalización de este pensamiento lo encontramos en la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789
Este pensamiento es el nucleo central de lo que hoy llamaríamos el estado de derecho.
Progresivamente, en parte por el surgimiento y fortalecimiento del movimiento obrero nuevas cuestiones fueron sumándose para complementar este contrato social:
Por un lado la extensión del sufragio universal, en un primer momento masculino, y la ampliación y extensión de algunos derechos. Esto conformaría el núcleo de lo que hoy conocemos como el estado democrático.
Por otro lado el estado adquiriría un compromiso en Europa occidental con garantizar un cierto nivel de bienestar a todos los miembros de la sociedad y una cierta redistribución de la riqueza. A esto se le llamaría el estado social y cristalizaría en lo que algunos autores llaman el contrato social de posguerra (De la II Guerra Mundial). No se puede entender la creación del Estado del Bienestar en Europa, sin comprender que sin el miedo a la revuelta obrera y a las revoluciones de signo socialista y comunista, muy especialmente a partir de 1917 y el triunfo de la revolución en la URSS, no se habría dado este. Básicamente el contrato social de posguerra indicaba que el movimiento obrero no cuestionaría violenta y revolucionariamente la distribución de la propiedad y a cambio el estado y la clase burguesa/dirigente se comprometía a garantizar unos niveles razonables de bienestar.
Bien, tras la crisis económica de los años 70 el modelo que había funcionado durante casi 30 años empezó a hacer aguas, y este consenso empezó a saltar en mil pedazos. Políticos como Ronald Reagan, Margaret Thatcher y pensadores como Milton Friedman y sus Chicago Boys comenzaron una ofensiva que duraría unos veinte años donde todas las regulaciones al mercado y parte de los contenidos del contrato social de posguerra se irían poniendo en cuestión. Y así llegamos a los 90 donde la última oleada de desregulaciones se produce y comienzan a fraguarse las sucesivas burbujas que nos han llevado hasta la situación actual (pero esto da para otro post).
La cuestión es que con la última crisis económica, cuyo pistoletazo de salida se da con la crisis financiera de 2008 el contrato social de posguerra está absoluta y totalmente resquebrajado, al menos en los países más afectados por esta, como es el nuestro. A un desempleo brutal (en más de 1.400.000 hogares españoles ninguno de sus miembros trabaja y cerca de 500.000 hogares no ingresa nada ) se le suma el dinamitamiento de pilares básicos como el acceso universal a la salud, a la educación pública, el subsidio de desempleo o las pensiones (aquí todavía no tocadas pero solo tenemos que ver la hoja de ruta Griega). A esto le sumamos una cierta degeneración y también ataque al estado democrático como son la corrupción impune, la escasa circulación de las élites partidarias, o el dinamitamiento de la negociación colectiva.
En definitiva podríamos hablar de que al menos el contrato social de posguerra ha quedado suspendido. Podríamos hablar porque los contratos sociales son cuestiones abstractas y metafóricas. Igual que no podemos decidir no firmar ese contrato ni cuando nacemos, ni cuando alcanzamos la mayoría de edad, tampoco se puede decir a ciencia cierta y de manera inequívoca cuando ha quedado suspendido, ni tampoco existe un ente concreto legitimidado para dictaminar cuando queda suspendido, no obstante esta acumulación de hechos parece darnos una ligera idea de en que marco nos movemos.
Y en todo este contexto, existen colectivos que entienden que la vulneración o la falta de garantías de ciertos derechos como es el derecho a la vivienda , el derecho a la movilidad ,el derecho a que el gobierno cumpla los acuerdos firmados con la representación sindical, el derecho universal a la salud, o el derecho a la alimentación los legitiman para tensar y violentar las normas legales como una manera de construir símbolos y visibilizar sus luchas,y en casi ningún caso se plantea que dichas acciones sean la manera de solucionar el problema. En algunos casos entra dentro del concepto de desobediencia civil, en otros beben más de la tradición de la revuelta obrera. Lo que está claro es que la acción en la que participó Sanchez Gordillo (junto a otros 400 jornaleros) de ayer ni es un saqueo, ni es un pillaje y que bebe mucho de la desobediencia civil, buscando ilustrar que mientras en este país se vuelve a pasar hambre, Amancio Ortega se convierte en el tercer hombre más rico del mundo, y los supermercados tiran comida caducada antes que donarla