Marketing, vértigo, paracaidismo y lotería

El marketing consiste en maquillar a la tía más fea y decir que es una bellísima persona mientras se alimenta de bebés. Todo ello sin que te tiemble la voz, o te mueras de risa. Depende de la cualidad humana de cada uno. Cada oficio tiene unas características propias y por ello no todo el mundo vale para desempeñar cualquier trabajo. Por ejemplo, todos los abogados tienen su propia risa malévola, un inconfundible crepitar de las llamas a su alrededor y el maldito olor a azufre. Ese que nunca se les va de encima. Si de serie encima eres rojo y tienes cuernos, auguro que serás un gran abogado.

Agallas. He ahí un bien que escasea. Una circunstancia desfavorable en manos de alguien con suficiente cara como para venderlo bien se llama Oportunidad. Pensad en Jackass. Ese programa vive de dos cosas que nos gustan. El dolor ajeno, y que haya gente que esté dispuesta a que les den patadas en las pelotas. Para las que no lo sepáis, eso duele mucho. Más que parir.

La gente tiene una noción de la estadística muy pobre. Eso ocurre porque están influenciados por el marketing. El marketing regala caramelos y llaveros. La estadística, solo problemas y una visión de la realidad libre de azúcar. Es el tipo malvado que dice que el color azul es azul. El marketing es quien matiza diciendo celeste, cian o de Prusia. También las mujeres. Pero esa discusión sobre los colores y sexos ya se tendrá otro día en este blog.

Pongamos el ejemplo de la lotería y del paracaidismo.

La lotería consiste en comprar un número. Dicho número tiene unas posibilidades de aparecer ganador, pero ojo, muy pequeñas. Uno da su dinero. Participa, y si todo va como se supone pierde ese dinero, repartido entre diversas partes entre los afortunados ganadores, Loterías del Estado y el Estado en sí.

El paracaidismo supone en pagar por saltar de un avión. En dicho salto tienes posibilidades de estrellarte contra el suelo, pero ojo, son muy pequeñas. Uno da su dinero, salta, y si todo va como se supone aterriza sano y salvo sin que sus partes queden divididas entre distintos ganadores, tierra, mar y aire.*†

Dependiendo de cómo se maquille una estadística absolutamente ínfima puede venderse o no. Pero lo que nos interesa es gente que pague por ella.

Estos son los días en los que la gente participa en la lotería por motivos varios. Yo no lo hago porque se me ocurren montones de formas más constructivas de tirar mi dinero. Quemarlo para quitarme el frio es uno de ellos. Cuando llegue el sorteo y no le toque nada a nadie (soy así de gafe) todo el mundo tendrá el mismo nivel de felicidad por la simpleza de que todos son igual de ricos. Yo soy de los que me quedaré en mi sitio y aplaudiré sea cual sea el resultado. Siempre es más impopular hacerlo cuando nadie resulta beneficiado. Más aún si rio sardónicamente mientras grito «Idiotas, ya os lo dije» señalando con el dedo.

Volvamos al paracaidismo. Yo tengo vértigo. Por ello me quedo en tierra mientras los demás deciden participar en ese gran sorteo que consiste en saltar. ¿El premio? Que tu paracaídas forme parte de ese ínfimo porcentaje de defectuosos que no se abren pese a las obligatorias revisiones.

No se vosotros, pero yo me siento seguro en el suelo. Como mucho si queréis os ayudo disparando desde abajo.

Dad gracias a que mi puntería es una mierda. Perras.

*¹ Excepto en el mar, ahí tenerlas es ser del montón, y pese a ellos los peces no se van retando los unos a otros a hacer cosas estúpidas
*². Menos esa vez que un pez le dijo a otro en el Paleozoico «A ver si te atreves a respirar fuera del agua». Eso daría lugar a los dinosaurios, los monos, el Homo Sapiens, Esperanza Aguirre y a Fraga. No en ese orden exactamente
*³. Los colores son 7, y como hombre admito a lo sumo que se diga “claro” u “oscuro” para matizar
*†. Que casualmente son las mismas salidas para los científicos de este país.

 

Espectativas

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