Archive for the ‘Monologo interior’ Category

Tener un blog

Estoy harto de todo. Estoy harto de las mañanas. De los desayunos sin gluten. Estoy harto de escribir el mismo párrafo de mil formas diferentes para borrarlo. Estoy harto de echar de menos el frio. De añorar la nieve. De pasar calor. Harto, harto, harto. De decir las mismas frases de forma constante.  De cambiarles el orden. Estoy agotado de lunes. De respuestas repetidas. Del sabor del agua los domingos. Del sabor del viernes a las ocho de la mañana.  Me saturan los días cortos de 24 horas. De quedarme dormido. De perder el tiempo. De no descansar.

Tú eres un poco hater – Me dicen. Harto de gente así.

Me cansa la rutina. El mismo camino al trabajo y el mismo aparcamiento. De llenar veinte euros el depósito cada vez para los mismos kilómetros. Me fastidia el sol en mis ojos. El tráfico. Las conversaciones de Gran Hermano. De explicar que no tengo televisión. Me irrita enojarme por el enfado. Me asedia atosigarme de lo mismo. Me decepciona la expectativa.

Otras personas están peor que tú – Me exasperan los que se conforman.

Me ensaño con lo evidente. Señalo la estupidez ajena y en silencio maldigo la mía. Ofendo y rompo con lo que me molesta. Me encrespa lo que os disgusta. Me convierto en lo que os escandaliza.

Eso es tener un blog.

Seguimos con Dos Muertes Por Minuto. Sé que no comentáis y esas cosas, pero al menos echad un voto si os metéis a youtube. Que nos hace ilusión y es gratis. Efectivamente. Gratis

 

 

El tradicional post de “Siento llevar un año sin publicar”

IRA 100%

            Llegas a casa. Arrojas la bolsa contra la cama mientras te dejas caer en la silla del ordenador. El estrépito que sale de la misma por el chocar de cubiertos y tuppers, despierta a lo lejos la voz de tu compañero de piso.

            – Eh, tío

            – ¡Eh! – respondes en un deje. Respuesta fática. La mitad de la vida nos la pasamos comprobando que existe un canal de comunicación más que aportando conversación. Smileys estúpidos de gatos. Cacas sonrientes del WhatsApp. “Me gustas” en Facebook, bajo a niños desnutridos del tercer mundo o fetos en un cubo de basura. Todo bajo la mirada obsesiva de la hora de la última conexión o del doble check azul de otra persona.

            Eres la gente que odias. Eres parte de una sociedad que rechazas. Eres un mendigo más a fin de mes, con un trabajo en el que se te infravalora. Eres tú pensando todo eso, sentado en la silla de tu habitación imaginando tu furia como textos de Chuck Palahniuk o Nick Hornby, que enseguida olvidas.

            Tomas un café y ya todo parece mucho mejor porque vuelves a dibujar.

 

IRA 50%

            Llegas a casa. Dejas tus cosas sobre la cama mientras te dejas caer en la silla y enciendes el ordenador. El ruido de los cubiertos te recuerda que vas a tener que lavarlos. No estás solo, porque tu compañero de piso hoy no ha ido a trabajar.

            -Eh, tío.

            -¡Eh! – respondes.

            Te replanteas muchas de las conversaciones del día de hoy. Como cada día a estas horas, te imaginas tomando a partir de mañana decisiones profesionales diferentes. En tu mente, Morgan Freeman es la voz en off que hace salvable la rutina de tu trabajo mientras lo realizas.

            Tomas un café y ya todo parece mucho mejor porque vuelves a dibujar.

 

IRA 0% y de cañas con la gente

            Llegas a casa. Con una voltereta mortal dejas las cosas sobre la cama. En el mismo movimiento enciendes el ordenador, caes sobre la silla, te quitas las zapatillas, te pones ropa cómoda, cuelgas la colada, imaginas un sistema para sacar agua en el desierto y demuestras que Hello Kitty realmente es un gato.

            – Eh tío – gritas a tu compañero de piso. Porque vives con más gente y piensas que si se pierde la educación, pues a tomar por culo. Además, es feo que se note que te has ido de tintos de verano en la comida; y tú disimulas de puta madre, pese a que sea un don que no te reconoce nadie. Te pones a pensar que cómo se sabe quién disimula perfectamente. Que si alguien es tan bueno disimulando el mero reconocimiento de que se disimula es no disimular en sí; y por tanto, solo puede afirmar haber sido el mejor disimulador hasta el momento de la entrega del premio. Así que la entrega del premio al mejor disimulador es básicamente una jubilación anticipada de dichos profesionales del puesto número uno. Esas cosas.

            -¡Eh! responde tu compañero de piso mientras hace aspavientos porque estás como ido. 

            Piensas que cuando decidas escribir un libro lo harás de puta madre. Que no empiezas porque no tienes tiempo. Que siempre se puede empezar desde cero y que vas a empezar a tomar decisiones complicadas. Que valorarás si te hacen sentir realizado o no. Que le jodan a las facturas. Sobrevivir está sobrevalorado.

            Tomas un café y ya todo parece mucho mejor porque vuelves a dibujar

Kamikazes del dialogo

Vivimos en una sociedad dónde la posibilidad de comunicación se confunde con la obligatoriedad de trasmitir. Pertenecemos a un mundo dónde las personas pueden acceder a todo tipo de conocimiento a golpe de abusiva tarifa de datos con permanencia draconiana. Seres conscientes de lo pueril, de lo absurdo y de lo trágico y a la vez de lo innecesario. Sabiduría de chichinabo. Erudición del mismo valor que una verruga en el intelecto.  Un bagaje baldío pero que consideran valioso. Y desgraciadamente esa es la única premisa que necesitan para compartirlo. Para manifestar su superflua opinión. Para forzar un dialogo que inventan en pos de mendigar el aprecio debido. Y aunque son muy pocos,  el día es vasto y las probabilidades suficientes. Una ecuación de Drake pero sin posibilidad de encontrar inteligencia. Ninguno estamos a salvo.

Hay gente que es una kamikaze de la conversación. Gente que decide poner sus deseos de confraternizar por encima de toda prudencia conversacional. “Hablar de algo sin que te partan la cara”. Ya no soy de los que empiezan una conversación a ciegas. Sufrí del aprendizaje que llamamos adolescencia. Me equivoqué a menudo. Era más inocente. Crucé intentos de charla ocasional por la noche. En fin de semana. Con alguna copa de más. Con gente que tuviese al menos una 95D y serios indicios de mostrar XX en par cromosómico 23. Soy un tío de ciencias y de tetas. Todo se reduce a números.

Kamikazes de la conversación. Hablar con desconocidos es incómodo. La conversación tiene unas reglas básicas para que se desarrolle la misma. Qué menos que la persona que fuerza el dialogo disponga de un campo conocido para esta tenga lugar La humanidad ha establecido temas universales para que podamos desenvolvernos con cierta soltura en los momentos en los que el dialogo es inevitable. Preguntar por el tiempo. Criticar la acción del árbitro en el último partido. Quejarte de cómo están las cosas (Eso sí. Ocultando inteligentemente que no se piensa levantar un puto dedo para que cambien. Ojo). Incluso aunque no tengas ni puta idea de qué cojones está hablando al otro. Incluso aunque no estés de acuerdo. Incluso aunque te importe una mierda. Hay un tema, puedes intentar zafarte simulando un mínimo interés. Son las reglas. Tu interlocutor tratará de secuestrar la conversación lo máximo posible hasta llenar el espacio que el contexto disponga, por ejemplo, que llegue a su piso y abandone el ascensor. Que llegue el autobús. Que sea su turno en la carnicería. El dialogo consigue lo que quiere. Un contacto con otro ser humano para olvidar miserias y espera. A cambio, tu pierdes unos segundos en forma de charla intrascendente que jamás volverán. Sigues vivo.

Todos tenemos alguien así en nuestras vidas. La conversación ocurre y te lamentas. Puede que el único vinculo que exista es que viva en tu mismo bloque. Que trabajéis en la misma compañía de diez mil personas. Que seáis de la misma ciudad de cuatro millones de habitantes. Un vinculo cuya fortaleza es infinitesimal. Invisible. Inexistente. Pero suficiente para nuestro kamikaze.

Tiendo a hacer que las cosas hereden apego en función de los buenos momentos que paso con ellas. Dune es mi libro favorito. Debí leerlo como con catorce años y ya van como unas cinco o seis relecturas. A pesar de tener varias ediciones, para mí la original será la de la editorial Acervo, actualmente cerrada y por tanto descatalogado. Lo leí de préstamo en una biblioteca municipal. Estuve unido a sus frágiles páginas hasta el final. Pasé por dónde otros lectores habían estado. Supe de su existencia por la huella dejada de la fecha de devolución. Un sello en la primera página. Lamenté el sonido de los lomos ya cuarteados al avanzar en la lectura por culpa de otros que no habían tenido cuidado. Sentí pena al ponerlo en el mostrador de devoluciones condenándolo de nuevo a una estantería. Quería ese libro. Para mí no había mejor lugar que tenerlo conmigo. No pudo ser. Al tiempo Plaza y Janes se hizo con los derechos de edición de Dune bajo la misma traducción. La adquirí. La regalé. La volví a comprar. Me hice más tarde con una edición en inglés. Después conseguí la edición de Planeta de Agostini. Me junté como con cinco copias del mismo libro. Pero no esa edición. Yo necesitaba la irregular portada y defectuoso papel de la edición de Acervo porque para mí siempre representaría la primera que leí. Pasé como diez años lanzando indirectas a todas las mujeres que habían pasado por mi vida y amigos. Que el mejor regalo que hasta entonces nadie podría hacerme sería encontrar ese libro en esa edición en particular. Porque la nostalgia funciona así. Porque un recuerdo se puede pegar a otro y recordaría a la persona que se habría esforzado tanto en encontrar algo tan valioso para mí. Pero nadie lo hizo. Poca gente sabe lo importante que es regalar un libro adecuado. Hace tres o cuatro años lo encontré yo mismo el libro por unos míseros seis euros en perfecto estado. Ahora recuerdo y visito a menudo esa librería buscando más ejemplares que me sorprendan. Así son los recuerdos.

 

Indeseable. Señalando al ebook –  Vaya mierda es eso que ahí tienes

Yo: – Que te folle un pez puto anormal de mierda. Es un ebook.

Indeseable: Pues es una mierda, ¿no?

Yo. Muere. No, es un ebook.

 

Ni «Buenos días». Ni “Joder, qué tiempo de mierda”. Un ebook. Habéis leído sobre mi libro favorito. Pensad en los cientos de libros que han podido pasar por tus manos en un libro electrónico. En la cantidad de cariño que un dispositivo puede heredar sólo de las buenas lecturas. Un libro nuevo. Unos zapatos. Un flamante reloj. Esa tablet tras la que ibas detrás para ver tus series. Un móvil de los que se te para el alma cuando cae al suelo. Pensad en lo que os haga más felices. Un kamikaze de la conversación llega y se caga en lo más sagrado que tengas esperando una respuesta opuesta. Un kamikaze es a una conversación lo mismo que cercenar un brazo a un moribundo para comprobar si está vivo. Un kamikaze de la conversación. Un imbécil cuya voz y dialogo es un arma cuyo alcance máximo es de un metro pero una onda expansiva de veinte.

Y como he empezado este texto. Todo esto porque vivimos en un mundo dónde se confunde posibilidad de comunicación con la necesidad de hacerlo. Anda y que os follen

Informática

Cajas y mascotas

La vida es un extraño conjunto de cajas. La gente siente la necesidad de meterte en una de ellas. El orden es la forma que hace que su comprensión del mundo tenga sentido. Cuando no estás dentro de una de esas cajas, desafías su forma de entender el mundo. Con ello empiezan los problemas. La diferencia te hace raro y lo raro no es de fiar para muchos. *0

Pongamos un ejemplo. Suponed que el otro día llegaba a mi casa después de salir a correr. Suponed que me encontré con unos conocidos de la infancia (Mi niñez ya queda lejos Cero chistes. Tocadle los huevos a otro). Suponed que todos ellos tenían un vástago con ellos. Suponed que la reunión era de matrimonios porque siguen en contacto y ese día tocaba cañas juntos. No yo. Que soy un asocial de las pelotas.

– Hola Entrari. ¿Qué es de tu vida?

– Aquí ando. *1

– Aquí estamos yo y los niños. Y tú, ¿ya tienes?

– ¿El qué?

– Niños.

–  No. Que yo sepa.

– ¿Y pareja?

– No. Que yo sepa.

Joder. eres un raro. ¡Qué bien vives cabrón!

– No. Que yo sepa.

A ese tipo de cajas me refiero. Para muchos la vida es A o B. En informática a estos caminos excluyentes los llamamos diagramas de flujo *2. Si no es algo, entonces es lo otro. Nos pierde la maldita obsesión por la simetría. Llevamos vidas binarias. Trinarias. N-arias.  Acostumbrados a que una porción de la información nos dé una visión de conjunto. Es poco esperado exponer conceptos complejos de las relaciones humanas para ponerse a hablar de temas banales. Como hacerlo de mascotas. Y es justo lo que voy a hacer. Hablar de mascotas.

Muchos matrimonios son extraños. Si no empiezan a tener hijos se compran un perro. Ocurre constantemente. Ponerse en situación antes de responsabilizarse de una vida, dicen. Como un ensayo general antes de la vez definitiva. No sé qué uso tendrá para la futura criatura sacar a pasear al animal, enseñarle a no subirse a los sofás y traer un palo *3. Porque el perro siempre sobrevive. Crece. Se come las paredes. Los mueble. Y después un día te sueltan que están embarazados. Que llega el niño. Aún sigo preguntándome cuál el papel del perro en todo esto. En el milagro de la procreación. Y mejor así,  no quiero imaginármelo.

Mi hermano está esperando un hijo con su mujer. La palabra esperar siempre me ha hecho gracia. No es que el niño esté cogiendo un autobús para llegar y tal. Hace dos años apareció en casa con un perro: «Tizón«. Tizón es medio Dálmata y medio Labrador. Los perros tienen marcas como las zapatillas o la ropa. Parece que ciertos caracteres se heredan dependiendo del fabricante. Yo cuando alguien me dice que su perro tiene pedigrí pongo la misma cara que me sale si me dijesen que tienen un lagarto Lacoste. Asentir como si supiese de qué me hablan. Y es que al parecer los Dálmatas están locos, y los Labradores deben de ser los perros más buenos del mundo. Esto explica que el perro parezca bipolar. Si Lassie hubiese sido como Tizón, dependería de la parte del cerebro que estuviese al mando. Como jugarse al un 50% que avisara a la gente de la granja o que creyese que ahogarse en el rio forma parte de un divertido juego en el que participar.

– Jota. En casa siempre hemos sido de gatos.

– Ya, pero es que como no tenemos niño nos compramos un perro.

– Te entiendo. Yo el otro día me quedé sin sal y leí un libro.

– ¿Y eso que tiene que ver?

– No sé. También quería jugar a unir causas con efectos no relacionados.

Mucha gente manifiesta «Ser más de perros» o «Ser más de gatos«. Yo soy más de gatos. Recuperando en tema inicial de las cajas, la gente tiende a clasificarte por una declaración así. Dices de gatos es escuchar que los gatos solo te quieren por el interés. Que van y vienen cuando les viene en gana. Les explicas que no es del todo cierto. Que hay matices. Yo os doy la razón respecto a que los gatos son unos grandes hijos de puta. Arañan. Miran con aire de superioridad. No dejan de recordarte que la casa es suya y que estás de paso. Y suelen ignorar bastante a la gente cuando les miras y haces «Misimisimisi«. Pero saben poner cara  de «Yo no he sido, dame de comer«. Por ello matizo. Son unos hijos de puta adorables. Y por eso me encantan.

El ser humano domesticó a los animales en un largo proceso de selección a fin de encontrar alguno que quisiese vivir con nosotros. El precursor del perro actual fue el lobo. Se seleccionaba a los lobos más retrasados mansos para criarlos y obtener una descendencia privada de parte de su carácter salvaje 4* para que nos acompañasen a la caza cuando éramos nómadas. Los gatos en cambio se los escogía únicamente porque se comían a los roedores. Los ratones eran un gran problema. Se comían el grano que guardábamos cuando pasamos a ser sedentarios.  De ahí obtenemos que los gatos nos han llegado casi sin adulterar en estos últimos 50.000 años y que los perros son lobos tontos. Que llevan mucho más tiempo con nosotros, lo cual me hace pensar que algo se les ha pegado.

Pero la gente que tiene mascotas no se limita a A o B. En Inglaterra se puso de moda el criar conejos como animal de compañía. Cuando alguien te dice que tiene un conejo es clásico hacer la gracia de «Con arroz estaría cojonudo«. Da igual que odies la paella. Tú lo dices. Hay gente que se envalentona y pasa a hacer otros comentarios humorísticos demostrando que saben lo que es un homónimo cuando quieren. Que en castellano cualquier cosa puede significar coño con poca imaginación. No puedes arreglarlo usando el nombre del conejo en latín «Oryctolagus Cuniculus» porque a estas alturas de frase todos habéis creído leer Cunnilingus y estáis volviendo a leerlo bien. Pese a que en nuestro país aún nos choca tener un lepórido en casa, empieza a ser cada vez más común. Y son animales adorables. Peludos y con tendencia a morir de asfixia autoerótica. Y si tienes gato, la juerga está asegurada.

Hay gente que tiene peces. Roedores. Incluso serpientes. Cuando preguntas a alguien si es de A y dice que «Si» no puedes descartar B. Hay más opciones y no tienen que ser excluyentes. Desgraciadamente la gente parece que haga oposiciones para ser simple de pelotas. Provocamos que todo sea monocromo. Y al final uno se cansa. Cierra los ojos y lo ve todo negro. Un solo color. Un sólo dolor de cabeza.

El conjunto es mucho más grande que lo que creemos. Tener opciones. Discutir opciones. Descubrir opciones. Elegir A y descubrir que no es lo mismo que A en cursiva o negrita. Darte cuenta que la caja A no existe. Que es un atajo. Un convenio. Tener interés genera ser interesante como accidente.

No hay cosa más triste que pensar que alguien cabe en una caja. Para eso ya habrá tiempo cuando muramos. *5

 

*0 Por ejemplo. Yo odio a Los Planetas y a Héroes del Silencio. Que qué tiene que ver eso con este texto. Nada. Pero estaba deseando soltarlo en algún momento con el alivio que ello representa.

*1 Aquí ando. Mi respuesta estándar. Si la vida fuese perfecta tendría subtítulos y debajo de mi «Aquí ando» se leería «Me apetece hablar de mi vida una mierda»

*2 Diagramas de Flujo. La historia del nombre no es la que pensáis. Se dice que cuando los diagramas fueron creados sobre el papel, los informáticos miraron alrededor y se dieron cuenta de dos cosas. Que eso era un campo de nabos y que la situación que observaban tenía visos de prolongarse en el futuro por mucho tiempo. Muchas palabras tenían significados extraños. Flujo era una de ellas. Por unanimidad se escogió ese nombre. Que menos que echarse unas risas a costa de su perpetua virginidad y sentirse integrados cuando alguien la usase en sociedad. Aunque ellos entendiesen otra cosa.

*3 . Si tenemos en cuenta que esto pueda estar pasando en los últimos veinte años explicaría mucho de la juventud actual. Si lees esto y tus padres te dicen que ya tenían perro cuando naciste, empieza a hacerte preguntas sobre tu educación y sobre un reprimido instinto a traer cosas cuando las lanza alguien al grito de «A por el palo Bobby»

*4. Quiero pensar que nosotros estamos haciendo la misma selección con nuestra clase política. Pero claro. Hasta llegar a un político manso y obediente vamos sufriendo los pasos intermedios. Así nos va.

*5 Una rara variación de todo este conjunto de cajas y mascotas es el gato de Schrödinger. Veréis. Erwin Schrödinger es quizás el anti ejemplo de físico. Tenía vida sexual. Cualquier físico teórico sabe que esto es muy raro. ¿Por qué? La profesión de físico teórico poco dista de meterse a monje, sólo que el celibato no es opción voluntaria, viene de serie.

Cuenta la historia que Schrödinger visitaba a una de sus amigas de investigación especializada en la rama de física cuántica. Dicha mujer era del perfil «Tía de 30 años soltera que se compra gato». En mitad del acto, el animal no dejaba de incordiar.  Erwin lo metió en una caja cerrada sin agujeros y el gato manifestó su descontento entre maullidos y bufidos. Cuatro horas después de tórrida pasión le extrañó que el felino estuviese en silencio, sin desprender ningún ruido. Erwin Schrödinger evitó airoso la situación tratando de explicar a la furiosa mujer que el gato podía estar tan muerto como podía estar vivo. El estado de desconcierto le permitió huir de la casa y no volver a ver a la chica por su seguridad. Por supuesto le contó la historia a Einstein el cual no supo estar callado y este a su vez altero un poco la versión. Nosotros la conocemos hoy tal y como nos ha llegado: «El gato de Schrödinger y la física cuántica»

No hay atajos a la felicidad

 

Pulso a la puntualidad

Soy un tío impuntual. Por decisión propia.  Creo que la puntualidad es una moda efímera. Una que tiene las horas contadas. Incluso los minutos. Es la única moda que lleva midiendo su duración desde que existe. La historia escrita del ser humano se remonta a unos 50.000 años. Si los relojes existen desde el siglo XIV, ¿a qué viene la prisa de los últimos seiscientos años? 1*

El tiempo no es de fiar. Cuántas veces los mismos diez minutos se han pasado volando o han durado una eternidad. A cuántos viernes de duración equivale un lunes. Qué es eso de que los años pasan volando. El tiempo es tan perjudicial que incluso su tándem con el espacio se ve afectado.

– Papa. ¿Falta mucho?

– Llegamos en cinco minutos.

– ¿Está muy lejos?

– Que va. Está aquí al lado.

Reconocedlo. En este dialogo habéis visto reflejadas las dos mentiras más grandes de vuestra infancia.

Llegar a tiempo requiere de una sincronización de casi carácter olímpico. Hay gente que elabora mentalmente un mapa de las horas a las cuales van a ir llegado todos. Ellos en su cabeza no ven nombres. Ven a la gente como relojes fuera de hora: «Ese de ahí es cinco minutos tarde. Ese, media hora tarde. El de allí es «Ya estoy llegando«. Esta es la gente que toma las decisiones como organizadores cuando ya se ha decidido el dónde. Ellos quieren decidir el cuándo. Para ello experimentan. Te dicen que llegues a las siete y diez. A otro le dicen que a menos cuarto. A un tercero a en punto. Parece algo muy inteligente si pensamos en condiciones ideales. Que la gente de un mismo grupo  no tiene la costumbre de olvidar a qué hora se había quedado. Por ello preguntan. Se desvela el pastel. Peor. Se pondrán a pensar que los demás van a llegar tarde y que mejor se pasarán luego. Al final todo el mundo aparecere a la hora que ellos crean que van a estar los demás más la suma de correspondientes retardos. Con grupos suficientemente grandes se ha dado el caso de quedar un viernes a las tres, y reportarse que aún seguía llegando gente el domingo.

Hora llegada = max (HoraIndividual)+Retraso 2*

Mis amigos cambiaban las horas a las que quedábamos para coordinar las llegadas. Yo ajustaba mi hora de llegada en función de cómo imaginaba que había sido calculada para mí. La impuntualidad cumple una labor social en los grupos de amigos. La espera escalona las críticas de los que aún van a venir. Sus trapos sucios. Las cosas de las que te has enterado que los demás aún no saben y puedes contar porque fulanito llega tarde. Ello llena la noche de miradas y coñas privadas fruto de las conversaciones sucedidas por el orden la llegada. Esas veces que miramos a los demás extrañados porque sonríen con frases inacabadas  y no puedes participar. No sabes si eres o no el protagonista. Sed listos y no lleguéis el último. Si lo hacéis solo observas. No participas. Ese es el castigo.

Dicen que la cortesía permisible suele ser un máximo de media hora. Con mucha gente podéis forzar el reloj mucho más allá de esos treinta minutos. Es un divertido juego en el que hay poco que perder. Si sois la parte afectada la experiencia dice que la mejor forma de evitarlo es quedar en un lugar dónde uno pueda estar esperar sentado. Preferiblemente tomando algo. Si queréis que la gente llegue antes sólo sugerid con anterioridad que el último paga. Esa premisa ha hecho más por la hora de llegada en el mundo que mil estrategias absurdas y millones de relojes. El consejo es gratis. De nada.

1* Supongamos los últimos trescientos. Los primeros relojes era aparatos enormes. El equivalente de pulsera de entonces sería como que te atases  a una viga de tu casa y dijeses «Mira mama, soy un caracol. Llevo mi casa conmigo». Un progenitor con un amor normal a su vástago respondería educadamente «No. Tú lo que eres es gilipollas».

2*Poner una formula ayuda a que la gente te crea el 93% de la veces 3*

3*Un porcentaje también, sin pensar si es cierto o no

 

Misantropía y procrastinación

Yo os presento nuestra palabra de hoy: «Misantropía«.  Que el juez cuando vea esto sepa que este blog cumple una labor social.

Misantropía , del griego μίσος, «odio», y άνθρωπος, «hombre, ser humano» una actitud social y psicológica caracterizada por una aversión general hacia la especie humana. (Gracias wikipedia).  Y cuando la wikipedia dice aversión general, nos da una amable realidad.

Todos tenéis un misántropo en casa. Puede ser esa impresora que canta la canción de su clan  cuando le das a imprimir. Puede ser ese TDT que escoge “Low Signal” basado en el interés que demuestras viendo la televisión. Puede ser la batería de vuestro móvil 1* La señal de WIFI no cuenta. El WIFI siempre lo coge de puta madre todo el mundo menos quién lo paga. No me hagáis realizar dolorosos paralelismos.

Yo voy a hablar de lo que pasa cuando el misántropo es otro ser humano. Para un misántropo, el resto de la humanidad es un conjunto de obstáculos inevitables. Trabas que existen justo en medio del trayecto que los separa de algo que necesitan. La interacción se torna en algo tan tedioso como rellenar un molesto formulario para la administración

¿Necesitas pan? Se lo tienes que comprar a un señor en la tienda. ¿No encuentras “Dialéctica erística o el arte de tener razón de Schopenhauer” en la Fnac? Te toca preguntarle a alguien y cruzar los dedos de qué no desee conversación. ¿Estás en un ascensor y vas  al tercero? Qué casualidad. Tu vecino va al cuarto y te va a contar que su hijo está de Erasmus. Un auténtico misántropo si puede procura vivir siempre en un bajo o en un primer piso.

Ser misántropo es duro. Es difícil de entender por el resto de la población. Muchas veces la gente interpreta que el deseo de no interacción es una invitación a la misma.

– ¿Estás bien?.

– Aha. Sí, pero quiero estar solo.

– ¿Pero estás bien no?

– Si. No me pasa nada.

– ¿Puedo hacer algo? ¿Es por algo que he hecho?

– No. No es eso. Déjalo.

– Tengo una idea. Tú y yo nos vamos de juerga esta tarde. Es más. Voy a llamar a unos amigos. Lo que necesitas es estar con más gente.

– (…)

¿Os suena esta conversación? Las salas de urgencias de los hospitales están llenas de compañeros de piso que se caen solos por las escaleras.

No entiendo por qué la gente se preocupa tanto en interactuar y llevar a su terreno a un misántropo. La vida está llena de nobles ejemplos en los que la gente trata de demostrar a los demás, en contra de su naturaleza, que las cosas son mejores para ellos. Yo mismo, con cinco años, saqué a mi pez a pasear. No duró mucho. Es por el reto. El reto tiene la culpa. Cómo tener una amiga lesbiana muy apetecible. A veces el reto es todo. Tan todo que nos confunde. Vemos sólo el reto y no lo que hay debajo. No lo hacemos por ellos. Lo hacemos por nosotros.

Suponed que os señalan a una maraña de cables. Hay un alicate junto a ellos. Cortar cosas es divertido. Interesante. Suponed que cuando os acercáis os dais cuenta de que hay un temporizador. Un  característico sonido de «Tic Tac». Incluso el manido cartel de DANGER con un señor electrocutado. Diríais que es una bomba. Sé que a muchos os gustaría probar a cortar sólo por ver arder el mundo 2*. A veces las conclusiones obtenidas de lo que percibimos son equivocadas. Por ello pocos son los que deciden simplemente sentarse a observar. La tercera opción.

Ignorad a esa gente que dice que lo odia todo. La mera declaración de odio ya es una llamada de atención. La misantropía no se libra de convertirse en una tendencia. En una pose. Como ser asperger. Ahora lo más es tener un amigo misántropo asperger gay negro. Fingir personalidad a cambio de parecer no tenerla.

Un misántropo de verdad es un ninja de las relaciones sociales. Simplemente están pero tú no lo sabes. Y no dejan de hacerlo.

1* Todos sabemos que la duración de las baterías de los móviles funciona así. Tienes cuatro líneas de batería. Las tres primeras se van en las en la primera hora. La vida de la última línea  suele ser de unas cuatro o cinco horas. Su duración varía en función de las veces que apagues el móvil. Cierres o abras tráfico de datos. Enciendas para ver si ha llegado un mensaje. Estés esperando que te conteste alguien de vital importancia. Da igual el esfuerzo. Siempre acaba cuando llega una llamada vital o un mensaje que necesitas contestar. Si además las posibilidades de recarga son nulas, menos tiempo disponible

2*La historia de los carteles de aviso está plagada de grandes fracasos. Encabezan la lista el cartel de «NO TOCAR» junto con el de «NO PISAR EL CESPED». «PROHIBIDO HACER FOTOS» es un cartel de aviso joven, pero ya está demostrando lo que vale con la llegada de los móviles.

 Misantropía y procrastinación

La edad de Cristo

Te levantas. Las nueve y media. Recuerdas haber dado unas cuantas vueltas. ¿Cuándo?, quizás a las siete, la hora a la que vas a trabajar. El cuerpo se acostumbra rápido a ciertas costumbres que le impones. Levantarse. Apagar un despertador que hoy no suena. Salir. Los ciclos circadianos son muescas en la madera de la rutina. Pasas la mano por la viga que es tu vida y tropiezas con ellas. Siempre han estado ahí. A veces notas el metal de un clavo dónde retas al olvido colgando momentos. Los clavos son importantes. Elementos externos. Perturbadores. A veces pasas la mano tan rápido que duele si te los clavas. Saber que están ahí no es recordar.

Treinta y tres – dices. Te acostumbras a ese sonido. El número atómico del Arsénico. Una edad envenenada en blanco. No se puede tener memoria de lo que no has vivido aún. ¿De dónde viene esta obsesión?. Vas a por café. Piensas en la ironía de su negro color frente a lo albino de un día que no conoces. Lo bebes de un trago. Sin azúcar. Café apex. Manchas los bordes, las esquinas. Dejas esa característica marca circular de la taza en cada una de las horas que aún te esperan.

En el ordenador recoges las felicitaciones de esa vida 2.0 que ahora todos tenemos. Cada vez que actualizas la página aparecen más. F5 de nuevo. Como si se reprodujesen. Piensas en esas veces en las que has evitado decir un «Feliz cumpleaños» por no saber que añadir. Piensas que quizás les ocurre igual los que no escriben. Que los que me han escrito esta vez lo saben, que cuando sólo sabes repetir lo que dicen todos suena como a pésame. Al final las redes sociales no se diferencian de la vida. La gente se empeña tanto en ser feliz que tiene miedo a no serlo. Absurdos.

Son demasiadas preguntas para estar recién levantado. Tengo 33 años. Me dicen que es la edad de Cristo. Él no escuchaba un vinilo PJ Harvey a 33 rpm mientras se ataba una converse rojas. Solo por eso yo voy a vivir más.

Quiero llegar a los 27.

 

Café Apex

El humor no es una enorme tarta de la que uno decide servirse. El humor está ahí. Te mira a los ojos. Se ríe de ti. Tú le preguntas «¿Qué es tan gracioso?» y no responde. A veces tratas de escribir sin más. Recorrer las  líneas de distancia que te separan de un texto que quieres escribir. Queridos cinco fans. Este es uno de esos textos vacios que llenan la nada.

Dentro de poco se acerca mi cumpleaños. Si os ponéis a pensarlo es una estupidez. Celebro que la tierra da una vuelta más alrededor del sol el día de mi nacimiento. Al final las vidas y los discos de vinilo tienen mucho en común. No le encontramos sentido a lo que suena a determinadas vueltas por minuto. No sabemos a cuantas revoluciones por vida funcionamos. El sonido solo es ruido. Cada año sumamos uno más pensando que el siguiente hará quizás que la melodía sea más ágil. Más suave. Menos ignota. El disco gira más rápido. Y un día se acaba.

Quizás esa sea la explicación. Cuando el disco de tu vida tiene pocas vueltas suena torpe. Cuando tiene demasiadas, cómico. La gente ríe. Con esa risa que te omite. ¿Qué canción seré? ¿Qué sonido era?. Y así una vida. Vuelta tras vuelta, y gracias por los regalos.

No sé mucho de la vida. Tengo una como todos. Quiero creer que la dirijo a lugares que jamás alcanzo. Que me paso cada instante de ella buscando un lugar tranquilo. Que cuando llego a él salgo del mismo porque no hay apenas gente. Frustración. Vacio. Ahora lo entiendo todo.

Pero entender no arregla las cosas. El tocadiscos gira. La tierra sigue sumando estropeadas vueltas. Dentro de dos semanas cumplo una más. Y sigo sin encontrar un ancla para frenar.

Café Apex

Lo dijo Johnnie Walker

Pongamos la situación. Una playa. Una botella de vino. Arena. Las playas tienen arena. La gente cuando habla de la playa te cuenta lo bueno. El olor a sal. El sol. Los amaneceres. No mencionan la puta arena. Al menos no mencionan a la arena que yo os digo. Comprendo que sentir la arena bajo tus pies es algo maravilloso. Yo me refiero a la otra arena. A la que no sabe dónde está el límite de tus pies. La que acaba en tus bolsillos. Pelo. La que está en el pezón que te vas a meter en la boca. Esa arena. Por eso siempre pido a mis amigos que me traigan una botella de arena cuando van a la playa.

– Entrari. Aquí te tengo tu botella de arena. ¿Tanto te gusta?.

– Que va. Tengo la esperanza de crear una moda. Que yo y millones de anormales vaciemos las playas de arena con este método.

No me digáis que no es brillante.

Estaba yo con una amiga bebiendo vino tinto a la tres de la madrugada. Bebíamos como personas que llegan a razonamientos correctos a través de métodos equivocados. Dos verdades universales que comparto con vosotros: «Nunca os fiéis de alguien que diga que no bebe » y «Una botella vacía está llena de anécdotas».

La gente que no bebe no puede participar en esas conversaciones que contienen frases como «Iba tan pedo…» o «Esto que os cuento me lo han contado a mí, porque yo no recuerdo nada». Sentencias tan antiguas como la humanidad. El alcohol discrimina sobre los recuerdos. Nos protege. Las lagunas son lugares de la mente que atravesamos y de los que sólo recordamos sus orillas.

La memoria funciona así. Supón una noche. Supón tú y cinco amigos bebiendo. Tarde o temprano alguna de esas noches se os va de las manos. Hay una copa a partir de la cual todo es más borroso. Menos lineal. Mucho más social. Tan social, que hay días siguientes con reuniones de emergencia que se asemejan al CSI. Reconstruyendo lo vivido con una cerveza como si no se hubiese arrancado ninguna lección al día anterior. Experimentando esa rara sensación de no poder recordar lo que hiciste pero si en cambio  lo que hicieron los demás. Momentos como «baile sexy en tarima«, «equilibrio errado sobre acera» o «despertar matutino junto a desconocida» no se pierden gracias a eso. El alcohol evita el ridículo propio a costa del ajeno. El alcohol es un destilado del alma humana.

Un destilado del alma. En el latín destillāre: «Separar por medio del calor una sustancia volátil de otras que lo son menos» Todos sabemos que el fuego lo purifica todo. Desde el más insulso garrafón hasta la mejor de las ginebras, ahí queda nuestro yo más puro. Privados de la vergüenza, del criterio y por supuesto del equilibrio. No respondo de la resaca del día siguiente

– Ayer me dijiste que llamarías.

– No fui yo. Lo dijo Johnnie Walker

Por eso nunca digáis que no bebéis. No beber significa no ser de fiar. Significa que solo te quedan anécdotas normales. Que además las recuerdas. Recordar toda la vida a veces es una carga demasiado pesada sin poder comprobar si flota en unos rusos blancos, o una botella de vino en una playa. Y no me vengáis con apologías de alcoholismo. Hasta para eso hay que tener clase. Que se lo digan a Hemingway o a Bukowski.

La vida es más soportable con lagunas, mares y océanos. No va a ser todo continentes

Informático. Cómo no.

Los departamentos de IT, Sistemas, de cualquier empresa tienen la labor social de aunar gran parte del frikismo de la sociedad. Es una verdad como un templo. Una verdad peyorativa. Gente que está ahí lo mismo resolviéndote problemas como haber cambiado la fuente de Word a tamaño «Tengo un problema de pene pequeño» hasta del tipo «La sede norte de tu compañía está en llamas y los trabajadores bailan desnudos a su alrededor y no te invitan a participar»

Decir que toda la gente rara está en Informática es como decir que todas las tías de Recursos Humanos están tremendas o que las de Facturación no sabe cerrar las piernas. Verdades parciales. Y todo lo parcial es triste. Inacabado. Si al final dejamos que nuestra percepción social se guie por un consenso de mínimos, nos quedamos con los alegres chascarrillos de siempre. Los andaluces son graciosos. Los catalanes agarrats (no sé si existe, pero me lo invento para que suene a catalán). Los vascos se llaman Patxi. La gente de Extremadura es de Extremadura. A la gente de Madrid dejadnos en paz. Demasiado tenemos con albergar la Moncloa, el Constitucional, el Supremo, Telecinco y un lema titulado «De Madrid al Cielo» pero descubrir que no te dejan hacer que nada salte por los aires. Qué es un lema si no puedes glorificarlo: un tópico. Os lo dije.

 

En sistemas podemos parecer gente sin alma. Lo somos. El alma es un absurdo. El alma ocupa un espacio donde puedes almacenar 32GB de nuestra serie favorita, videos de gatos y cosas que no sabes ni como han llegado ahí (Discografía de el Fary, ¿Hola?, ¿en qué parte del proceso préstamo del USB has llegado ahí?).

Hablando con un compañero sobre estos clichés nos dimos cuenta de algo. Sistemas no es tan diferente de otros departamentos. Nuestras sensibilidades son diferentes. Pero somos iguales Dejadme ilustraros con este ejemplo:

 

Corro de mujeres (y algún macho gamma) agazapados en la segunda planta alrededor de alguien.

– Oh que mono.

– Oh que cosa.

– Oh que pequeñito es.

– Os tengo que traer el mío para que lo veáis.

En medio de la pequeña multitud, un orgulloso progenitor enseña fotos de su hijo, posiblemente de pocos meses de edad. Aún a catorce años de distancia de apuntarse a Tuenti y ser el generador de un desenfreno de decepciones en cascada que se remontan a una sencilla frase «Tengamos un hijo tan listo como yo y tan guapo como su madre»

 

Corro de varones (y algún mujer) agazapados en la primera planta alrededor de alguien.

– Oh que mono.

– Oh que cosa.

– Oh que pequeñito es.

– Os tengo que traer el mío para que lo veáis.

En medio de la pequeña multitud, un orgulloso propietario enseña su nuevo gadget. Comprado en alguna web de nombre impronunciable. Aún a meses de distancia de empezar a dar problemas con la batería y ser relegado al mercado de Segunda Mano por la compra de algo más pequeño, más rápido. Mejor

Quizás os haga gracia. Pero un asunto muy serio. Yo lo tendría en cuenta. Una vez me dijeron aquello de «Cuando te preguntes  cual es el órgano más importante, y tú digas «El cerebro» pregúntate quién está elaborando esa respuesta«. Bien. Cuando te rías de los informáticos piensa desde dónde estás leyendo este texto. Estamos en todos los sitios.

 

Pero sí a que traigas marsmallows o nubes para acompañar. Pagafantismo, un superpoder o una supermaldición (sé la respuesta, dejadme crear duda inútil)

Tipo de varón aún más bajo que el macho alfa, por debajo del beta y del macho recela. Por encima del Forever Alone y el Pagafantismo. Tenía la necesidad de matizarlo su ubicación dentro de la cadena reproductiva. Más a menos a altura de «Oh dios mio, ¿eso es tu hijo? ¡Mátalo, mátalo!»

Ya está el puto gracioso que respondió «El hígado«.

 

Smartphones y dormir