Archive for noviembre, 2014

Ten un pato de mascota y viajarás

Puede contener spoilers

Tengo un pato. Este podría ser un post largo explicando en qué consiste el tener un pato como animal de compañía. Por desgracia, basada en mi experiencia pasan dos cosas. La primera: apenas os leéis los textos. La otra: la originalidad del ser humano es cuantificable y repetitiva. Por eso aquí reúno las preguntas más comunes que me suelen hacer. Y antes de que nadie me lo diga avisaros que lo de «Pato a la naranja» debería empezar a darme dinero cada vez que lo oigo.

¿Un pato?

Efectivamente. Un Kakhi Campbell.  Es inglés, pero traído de Asturias.  Con la cantidad de kilómetros que ha hecho en coche está a «esto» de ser un ave migratoria. Se llama Dionisio y pone huevos.

¿Entonces es una pata?

Sí lo es. Y se llama Dionisio. Que no os enteráis.

¡Pero Dionisio es nombre de pato!.

No, no lo es. Es de persona. Pero yo le digo «Dionisio ven» y si él sospecha que es para darle de comer, viene. Si sospecha que voy a dejarlo fuera porque estoy harto de esperar, también. Las veces que se ha quedado fuera de la habitación no ha tenido problemas para manifestar su descontento. Y claramente mira y reconoce su nombre cuando se lo digo.

Yo también tuve un pato cuando era pequeño.

Felicidades campeón

¿Es cariñoso un pato?

Sí. Y condenadamente listo.

¿Pero no mancha mucho? Ya sabes. «Manchar».

Lo que quieres decir es que si caga mucho… Multiplica por dos lo que imaginas como mucho y vuelve a duplicarlo. Acabas de hacer matemáticas con caca. Afortunadamente Dionisio es limpísimo. Jamás le verás cerca de una caca suya.  Son famosas las situaciones «Caca» y Dionisio mirando desde el otro lado de la habitación en plan «Eso ha sido el pato del espejo, porque yo estoy aquí lejos». Es experto en conseguir estar lejos de sus «accidentes«. La respuesta sencilla sería «Caga como si fuera un tubo por el que metes cosas». Al final si le planificas las horas de comer lo concentras en dos horas del pánico y todos tan felices.

¿Se baña?

Dionisio no pide agua, la exige. Mi imaginario contrato de tenencia de pato incluye llenarle la bañera. Meterle en ella. Echarle lechuga por encima y dejarle que disfrute solo. A veces te llama para que vengas y le acaricies el lomo mientras le dices que es un pato bonito. Todo esto cada dos días.

¿Qué come un pato?

Principalmente se alimenta de las horas de sueño de la gente que le rodea. Aparte de eso tiene un pienso especial que tiene todo lo que necesita, incluido el largo viaje hasta un veterinario especializado que es lo que más le satisface. Podríamos decir sin equivocarnos, que se alimenta de joder al personal. ¡Ah! Y naranjas. Le vuelven loco.

¿Naranjas?

Sí. También una arena blanca con conchas molidas. Ha aprendido a pedirla rascando con el pico el suelo donde se la pongo. Le gusta tanto que lo llamamos «La droga del pato». Una vez se le acabó y al segundo día me tuvo buscando por Madrid, como loco, una bolsa. Me amenazó a la forma pato. Ahí quedan las paredes picadas y el levantarme a las 6 de la mañana del domingo antes.

Bueno. Dos semanas y segunda publicación en el blog. Se está viendo luz al final del tubo.

El tradicional post de “Siento llevar un año sin publicar”

IRA 100%

            Llegas a casa. Arrojas la bolsa contra la cama mientras te dejas caer en la silla del ordenador. El estrépito que sale de la misma por el chocar de cubiertos y tuppers, despierta a lo lejos la voz de tu compañero de piso.

            – Eh, tío

            – ¡Eh! – respondes en un deje. Respuesta fática. La mitad de la vida nos la pasamos comprobando que existe un canal de comunicación más que aportando conversación. Smileys estúpidos de gatos. Cacas sonrientes del WhatsApp. “Me gustas” en Facebook, bajo a niños desnutridos del tercer mundo o fetos en un cubo de basura. Todo bajo la mirada obsesiva de la hora de la última conexión o del doble check azul de otra persona.

            Eres la gente que odias. Eres parte de una sociedad que rechazas. Eres un mendigo más a fin de mes, con un trabajo en el que se te infravalora. Eres tú pensando todo eso, sentado en la silla de tu habitación imaginando tu furia como textos de Chuck Palahniuk o Nick Hornby, que enseguida olvidas.

            Tomas un café y ya todo parece mucho mejor porque vuelves a dibujar.

 

IRA 50%

            Llegas a casa. Dejas tus cosas sobre la cama mientras te dejas caer en la silla y enciendes el ordenador. El ruido de los cubiertos te recuerda que vas a tener que lavarlos. No estás solo, porque tu compañero de piso hoy no ha ido a trabajar.

            -Eh, tío.

            -¡Eh! – respondes.

            Te replanteas muchas de las conversaciones del día de hoy. Como cada día a estas horas, te imaginas tomando a partir de mañana decisiones profesionales diferentes. En tu mente, Morgan Freeman es la voz en off que hace salvable la rutina de tu trabajo mientras lo realizas.

            Tomas un café y ya todo parece mucho mejor porque vuelves a dibujar.

 

IRA 0% y de cañas con la gente

            Llegas a casa. Con una voltereta mortal dejas las cosas sobre la cama. En el mismo movimiento enciendes el ordenador, caes sobre la silla, te quitas las zapatillas, te pones ropa cómoda, cuelgas la colada, imaginas un sistema para sacar agua en el desierto y demuestras que Hello Kitty realmente es un gato.

            – Eh tío – gritas a tu compañero de piso. Porque vives con más gente y piensas que si se pierde la educación, pues a tomar por culo. Además, es feo que se note que te has ido de tintos de verano en la comida; y tú disimulas de puta madre, pese a que sea un don que no te reconoce nadie. Te pones a pensar que cómo se sabe quién disimula perfectamente. Que si alguien es tan bueno disimulando el mero reconocimiento de que se disimula es no disimular en sí; y por tanto, solo puede afirmar haber sido el mejor disimulador hasta el momento de la entrega del premio. Así que la entrega del premio al mejor disimulador es básicamente una jubilación anticipada de dichos profesionales del puesto número uno. Esas cosas.

            -¡Eh! responde tu compañero de piso mientras hace aspavientos porque estás como ido. 

            Piensas que cuando decidas escribir un libro lo harás de puta madre. Que no empiezas porque no tienes tiempo. Que siempre se puede empezar desde cero y que vas a empezar a tomar decisiones complicadas. Que valorarás si te hacen sentir realizado o no. Que le jodan a las facturas. Sobrevivir está sobrevalorado.

            Tomas un café y ya todo parece mucho mejor porque vuelves a dibujar