Archive for junio, 2012

Cajas y mascotas

La vida es un extraño conjunto de cajas. La gente siente la necesidad de meterte en una de ellas. El orden es la forma que hace que su comprensión del mundo tenga sentido. Cuando no estás dentro de una de esas cajas, desafías su forma de entender el mundo. Con ello empiezan los problemas. La diferencia te hace raro y lo raro no es de fiar para muchos. *0

Pongamos un ejemplo. Suponed que el otro día llegaba a mi casa después de salir a correr. Suponed que me encontré con unos conocidos de la infancia (Mi niñez ya queda lejos Cero chistes. Tocadle los huevos a otro). Suponed que todos ellos tenían un vástago con ellos. Suponed que la reunión era de matrimonios porque siguen en contacto y ese día tocaba cañas juntos. No yo. Que soy un asocial de las pelotas.

– Hola Entrari. ¿Qué es de tu vida?

– Aquí ando. *1

– Aquí estamos yo y los niños. Y tú, ¿ya tienes?

– ¿El qué?

– Niños.

–  No. Que yo sepa.

– ¿Y pareja?

– No. Que yo sepa.

Joder. eres un raro. ¡Qué bien vives cabrón!

– No. Que yo sepa.

A ese tipo de cajas me refiero. Para muchos la vida es A o B. En informática a estos caminos excluyentes los llamamos diagramas de flujo *2. Si no es algo, entonces es lo otro. Nos pierde la maldita obsesión por la simetría. Llevamos vidas binarias. Trinarias. N-arias.  Acostumbrados a que una porción de la información nos dé una visión de conjunto. Es poco esperado exponer conceptos complejos de las relaciones humanas para ponerse a hablar de temas banales. Como hacerlo de mascotas. Y es justo lo que voy a hacer. Hablar de mascotas.

Muchos matrimonios son extraños. Si no empiezan a tener hijos se compran un perro. Ocurre constantemente. Ponerse en situación antes de responsabilizarse de una vida, dicen. Como un ensayo general antes de la vez definitiva. No sé qué uso tendrá para la futura criatura sacar a pasear al animal, enseñarle a no subirse a los sofás y traer un palo *3. Porque el perro siempre sobrevive. Crece. Se come las paredes. Los mueble. Y después un día te sueltan que están embarazados. Que llega el niño. Aún sigo preguntándome cuál el papel del perro en todo esto. En el milagro de la procreación. Y mejor así,  no quiero imaginármelo.

Mi hermano está esperando un hijo con su mujer. La palabra esperar siempre me ha hecho gracia. No es que el niño esté cogiendo un autobús para llegar y tal. Hace dos años apareció en casa con un perro: «Tizón«. Tizón es medio Dálmata y medio Labrador. Los perros tienen marcas como las zapatillas o la ropa. Parece que ciertos caracteres se heredan dependiendo del fabricante. Yo cuando alguien me dice que su perro tiene pedigrí pongo la misma cara que me sale si me dijesen que tienen un lagarto Lacoste. Asentir como si supiese de qué me hablan. Y es que al parecer los Dálmatas están locos, y los Labradores deben de ser los perros más buenos del mundo. Esto explica que el perro parezca bipolar. Si Lassie hubiese sido como Tizón, dependería de la parte del cerebro que estuviese al mando. Como jugarse al un 50% que avisara a la gente de la granja o que creyese que ahogarse en el rio forma parte de un divertido juego en el que participar.

– Jota. En casa siempre hemos sido de gatos.

– Ya, pero es que como no tenemos niño nos compramos un perro.

– Te entiendo. Yo el otro día me quedé sin sal y leí un libro.

– ¿Y eso que tiene que ver?

– No sé. También quería jugar a unir causas con efectos no relacionados.

Mucha gente manifiesta «Ser más de perros» o «Ser más de gatos«. Yo soy más de gatos. Recuperando en tema inicial de las cajas, la gente tiende a clasificarte por una declaración así. Dices de gatos es escuchar que los gatos solo te quieren por el interés. Que van y vienen cuando les viene en gana. Les explicas que no es del todo cierto. Que hay matices. Yo os doy la razón respecto a que los gatos son unos grandes hijos de puta. Arañan. Miran con aire de superioridad. No dejan de recordarte que la casa es suya y que estás de paso. Y suelen ignorar bastante a la gente cuando les miras y haces «Misimisimisi«. Pero saben poner cara  de «Yo no he sido, dame de comer«. Por ello matizo. Son unos hijos de puta adorables. Y por eso me encantan.

El ser humano domesticó a los animales en un largo proceso de selección a fin de encontrar alguno que quisiese vivir con nosotros. El precursor del perro actual fue el lobo. Se seleccionaba a los lobos más retrasados mansos para criarlos y obtener una descendencia privada de parte de su carácter salvaje 4* para que nos acompañasen a la caza cuando éramos nómadas. Los gatos en cambio se los escogía únicamente porque se comían a los roedores. Los ratones eran un gran problema. Se comían el grano que guardábamos cuando pasamos a ser sedentarios.  De ahí obtenemos que los gatos nos han llegado casi sin adulterar en estos últimos 50.000 años y que los perros son lobos tontos. Que llevan mucho más tiempo con nosotros, lo cual me hace pensar que algo se les ha pegado.

Pero la gente que tiene mascotas no se limita a A o B. En Inglaterra se puso de moda el criar conejos como animal de compañía. Cuando alguien te dice que tiene un conejo es clásico hacer la gracia de «Con arroz estaría cojonudo«. Da igual que odies la paella. Tú lo dices. Hay gente que se envalentona y pasa a hacer otros comentarios humorísticos demostrando que saben lo que es un homónimo cuando quieren. Que en castellano cualquier cosa puede significar coño con poca imaginación. No puedes arreglarlo usando el nombre del conejo en latín «Oryctolagus Cuniculus» porque a estas alturas de frase todos habéis creído leer Cunnilingus y estáis volviendo a leerlo bien. Pese a que en nuestro país aún nos choca tener un lepórido en casa, empieza a ser cada vez más común. Y son animales adorables. Peludos y con tendencia a morir de asfixia autoerótica. Y si tienes gato, la juerga está asegurada.

Hay gente que tiene peces. Roedores. Incluso serpientes. Cuando preguntas a alguien si es de A y dice que «Si» no puedes descartar B. Hay más opciones y no tienen que ser excluyentes. Desgraciadamente la gente parece que haga oposiciones para ser simple de pelotas. Provocamos que todo sea monocromo. Y al final uno se cansa. Cierra los ojos y lo ve todo negro. Un solo color. Un sólo dolor de cabeza.

El conjunto es mucho más grande que lo que creemos. Tener opciones. Discutir opciones. Descubrir opciones. Elegir A y descubrir que no es lo mismo que A en cursiva o negrita. Darte cuenta que la caja A no existe. Que es un atajo. Un convenio. Tener interés genera ser interesante como accidente.

No hay cosa más triste que pensar que alguien cabe en una caja. Para eso ya habrá tiempo cuando muramos. *5

 

*0 Por ejemplo. Yo odio a Los Planetas y a Héroes del Silencio. Que qué tiene que ver eso con este texto. Nada. Pero estaba deseando soltarlo en algún momento con el alivio que ello representa.

*1 Aquí ando. Mi respuesta estándar. Si la vida fuese perfecta tendría subtítulos y debajo de mi «Aquí ando» se leería «Me apetece hablar de mi vida una mierda»

*2 Diagramas de Flujo. La historia del nombre no es la que pensáis. Se dice que cuando los diagramas fueron creados sobre el papel, los informáticos miraron alrededor y se dieron cuenta de dos cosas. Que eso era un campo de nabos y que la situación que observaban tenía visos de prolongarse en el futuro por mucho tiempo. Muchas palabras tenían significados extraños. Flujo era una de ellas. Por unanimidad se escogió ese nombre. Que menos que echarse unas risas a costa de su perpetua virginidad y sentirse integrados cuando alguien la usase en sociedad. Aunque ellos entendiesen otra cosa.

*3 . Si tenemos en cuenta que esto pueda estar pasando en los últimos veinte años explicaría mucho de la juventud actual. Si lees esto y tus padres te dicen que ya tenían perro cuando naciste, empieza a hacerte preguntas sobre tu educación y sobre un reprimido instinto a traer cosas cuando las lanza alguien al grito de «A por el palo Bobby»

*4. Quiero pensar que nosotros estamos haciendo la misma selección con nuestra clase política. Pero claro. Hasta llegar a un político manso y obediente vamos sufriendo los pasos intermedios. Así nos va.

*5 Una rara variación de todo este conjunto de cajas y mascotas es el gato de Schrödinger. Veréis. Erwin Schrödinger es quizás el anti ejemplo de físico. Tenía vida sexual. Cualquier físico teórico sabe que esto es muy raro. ¿Por qué? La profesión de físico teórico poco dista de meterse a monje, sólo que el celibato no es opción voluntaria, viene de serie.

Cuenta la historia que Schrödinger visitaba a una de sus amigas de investigación especializada en la rama de física cuántica. Dicha mujer era del perfil «Tía de 30 años soltera que se compra gato». En mitad del acto, el animal no dejaba de incordiar.  Erwin lo metió en una caja cerrada sin agujeros y el gato manifestó su descontento entre maullidos y bufidos. Cuatro horas después de tórrida pasión le extrañó que el felino estuviese en silencio, sin desprender ningún ruido. Erwin Schrödinger evitó airoso la situación tratando de explicar a la furiosa mujer que el gato podía estar tan muerto como podía estar vivo. El estado de desconcierto le permitió huir de la casa y no volver a ver a la chica por su seguridad. Por supuesto le contó la historia a Einstein el cual no supo estar callado y este a su vez altero un poco la versión. Nosotros la conocemos hoy tal y como nos ha llegado: «El gato de Schrödinger y la física cuántica»

No hay atajos a la felicidad

 

Pulso a la puntualidad

Soy un tío impuntual. Por decisión propia.  Creo que la puntualidad es una moda efímera. Una que tiene las horas contadas. Incluso los minutos. Es la única moda que lleva midiendo su duración desde que existe. La historia escrita del ser humano se remonta a unos 50.000 años. Si los relojes existen desde el siglo XIV, ¿a qué viene la prisa de los últimos seiscientos años? 1*

El tiempo no es de fiar. Cuántas veces los mismos diez minutos se han pasado volando o han durado una eternidad. A cuántos viernes de duración equivale un lunes. Qué es eso de que los años pasan volando. El tiempo es tan perjudicial que incluso su tándem con el espacio se ve afectado.

– Papa. ¿Falta mucho?

– Llegamos en cinco minutos.

– ¿Está muy lejos?

– Que va. Está aquí al lado.

Reconocedlo. En este dialogo habéis visto reflejadas las dos mentiras más grandes de vuestra infancia.

Llegar a tiempo requiere de una sincronización de casi carácter olímpico. Hay gente que elabora mentalmente un mapa de las horas a las cuales van a ir llegado todos. Ellos en su cabeza no ven nombres. Ven a la gente como relojes fuera de hora: «Ese de ahí es cinco minutos tarde. Ese, media hora tarde. El de allí es «Ya estoy llegando«. Esta es la gente que toma las decisiones como organizadores cuando ya se ha decidido el dónde. Ellos quieren decidir el cuándo. Para ello experimentan. Te dicen que llegues a las siete y diez. A otro le dicen que a menos cuarto. A un tercero a en punto. Parece algo muy inteligente si pensamos en condiciones ideales. Que la gente de un mismo grupo  no tiene la costumbre de olvidar a qué hora se había quedado. Por ello preguntan. Se desvela el pastel. Peor. Se pondrán a pensar que los demás van a llegar tarde y que mejor se pasarán luego. Al final todo el mundo aparecere a la hora que ellos crean que van a estar los demás más la suma de correspondientes retardos. Con grupos suficientemente grandes se ha dado el caso de quedar un viernes a las tres, y reportarse que aún seguía llegando gente el domingo.

Hora llegada = max (HoraIndividual)+Retraso 2*

Mis amigos cambiaban las horas a las que quedábamos para coordinar las llegadas. Yo ajustaba mi hora de llegada en función de cómo imaginaba que había sido calculada para mí. La impuntualidad cumple una labor social en los grupos de amigos. La espera escalona las críticas de los que aún van a venir. Sus trapos sucios. Las cosas de las que te has enterado que los demás aún no saben y puedes contar porque fulanito llega tarde. Ello llena la noche de miradas y coñas privadas fruto de las conversaciones sucedidas por el orden la llegada. Esas veces que miramos a los demás extrañados porque sonríen con frases inacabadas  y no puedes participar. No sabes si eres o no el protagonista. Sed listos y no lleguéis el último. Si lo hacéis solo observas. No participas. Ese es el castigo.

Dicen que la cortesía permisible suele ser un máximo de media hora. Con mucha gente podéis forzar el reloj mucho más allá de esos treinta minutos. Es un divertido juego en el que hay poco que perder. Si sois la parte afectada la experiencia dice que la mejor forma de evitarlo es quedar en un lugar dónde uno pueda estar esperar sentado. Preferiblemente tomando algo. Si queréis que la gente llegue antes sólo sugerid con anterioridad que el último paga. Esa premisa ha hecho más por la hora de llegada en el mundo que mil estrategias absurdas y millones de relojes. El consejo es gratis. De nada.

1* Supongamos los últimos trescientos. Los primeros relojes era aparatos enormes. El equivalente de pulsera de entonces sería como que te atases  a una viga de tu casa y dijeses «Mira mama, soy un caracol. Llevo mi casa conmigo». Un progenitor con un amor normal a su vástago respondería educadamente «No. Tú lo que eres es gilipollas».

2*Poner una formula ayuda a que la gente te crea el 93% de la veces 3*

3*Un porcentaje también, sin pensar si es cierto o no