Archive for mayo, 2012

Lunares

No recuerdo este techo. No contigo. No con nadie. Inclinado. Su ventana a un cielo sin luna. Apaisado blanco perdido contra tu cuerpo. Podría estar la noche plagada de estrellas. Podrían millones de orbes parpadeantes buscando mi atención con su tintineo. Gritar mi nombre. Oscuridad perfecta. Pero yo navego por tu cuerpo en pos de tus lunares.

Mis manos mesan las olas de tu cabello. Su cascada bermeja por las paredes de tu espalda. De tu cuello. Tus senos. Tu pelo está vivo y lo encuentro en cada uno de tus besos. Busca que mis dedos lo acaricien mientras lo apartan. Formar parte de esas veces que nuestros labios se encuentran y nuestras lenguas se abrazan. Proteger tu nuca cuando muerdo para sentir como te estremeces. Vestir tu desnudez de oro y luz de velas. Tu pelo vainilla.

Uno los puntos de tu piel. Tu misterio se halla bajo el secreto del dibujo que marcan las puntas de mis dedos. Uno en tu cuello. Otro en tu espalda. En tu brazo. Repaso esas líneas en mi mente dibujando con caricias. Vuelvo atrás cuando descubro que pasé por alto alguno y empiezo de nuevo. Inspiro cuando me tocas con tus pequeñas manos. Cuando tu yema de tu dedo en mi boca me manda callar. ¡Shhh!.  Un nuevo lunar. Eres la piedra Rosetta. En ti están grabadas tu risa, tus gemidos, tu piel. Cuando descifre uno de ellos podré por fin comprenderte.

No pierdo el control. No puedo perder algo que no tengo a tu lado. No se puede mantener la calma en el tifón de nuestros cuerpos. Absorbiéndome a tu interior hasta el fundido a negro que hay cuando cierras tus ojos y abres tus labios entre gemidos. Cuando yo lo hago para implorar que no pares. Cuando tu cuerpo choca contra mí. Cuando siento los arrecifes del placer quebrar mis tablas y sé que en algún momento me romperé. Me volcaré contra ti. En ti. Dentro tuya. Pero no ahora. Mis dedos se aferran a tus pechos. Acarician sus perfectas aureolas como un amante atento. Como suplicando perdón por cogerlos por fuerza. La marea de nuestras caderas lo exige. Pienso en tus lunares y te miro a los ojos. Cada vez más cerca. Tanto que todos tus labios ahora tienen algo de mí.

El silencio tan frágil como la oscuridad. Rasgamos ambos. Juntos. Arqueando los sonidos de nuestros cuerpos cuando se encuentran y se abandonan. Sesgando respiraciones inconclusas. Acabando palabras. Maldiciendo cuando paras y cuando paro. Tu voz y tus manos guían mi boca a tus rizos mates y ocultos. Eres una sirena con cuyo alma juego y aspiro hasta el clímax. Hasta tu grito mudo cuando me atrapas entre el dibujo de tus medias. Y te dejas caer. Cansada. Dormida. En tu pequeña muerte. Para regresar.

Sigo el dibujo de tus lunares toda la noche. Me he perdido uno. Tendré que volver.

Misantropía y procrastinación

Yo os presento nuestra palabra de hoy: «Misantropía«.  Que el juez cuando vea esto sepa que este blog cumple una labor social.

Misantropía , del griego μίσος, «odio», y άνθρωπος, «hombre, ser humano» una actitud social y psicológica caracterizada por una aversión general hacia la especie humana. (Gracias wikipedia).  Y cuando la wikipedia dice aversión general, nos da una amable realidad.

Todos tenéis un misántropo en casa. Puede ser esa impresora que canta la canción de su clan  cuando le das a imprimir. Puede ser ese TDT que escoge “Low Signal” basado en el interés que demuestras viendo la televisión. Puede ser la batería de vuestro móvil 1* La señal de WIFI no cuenta. El WIFI siempre lo coge de puta madre todo el mundo menos quién lo paga. No me hagáis realizar dolorosos paralelismos.

Yo voy a hablar de lo que pasa cuando el misántropo es otro ser humano. Para un misántropo, el resto de la humanidad es un conjunto de obstáculos inevitables. Trabas que existen justo en medio del trayecto que los separa de algo que necesitan. La interacción se torna en algo tan tedioso como rellenar un molesto formulario para la administración

¿Necesitas pan? Se lo tienes que comprar a un señor en la tienda. ¿No encuentras “Dialéctica erística o el arte de tener razón de Schopenhauer” en la Fnac? Te toca preguntarle a alguien y cruzar los dedos de qué no desee conversación. ¿Estás en un ascensor y vas  al tercero? Qué casualidad. Tu vecino va al cuarto y te va a contar que su hijo está de Erasmus. Un auténtico misántropo si puede procura vivir siempre en un bajo o en un primer piso.

Ser misántropo es duro. Es difícil de entender por el resto de la población. Muchas veces la gente interpreta que el deseo de no interacción es una invitación a la misma.

– ¿Estás bien?.

– Aha. Sí, pero quiero estar solo.

– ¿Pero estás bien no?

– Si. No me pasa nada.

– ¿Puedo hacer algo? ¿Es por algo que he hecho?

– No. No es eso. Déjalo.

– Tengo una idea. Tú y yo nos vamos de juerga esta tarde. Es más. Voy a llamar a unos amigos. Lo que necesitas es estar con más gente.

– (…)

¿Os suena esta conversación? Las salas de urgencias de los hospitales están llenas de compañeros de piso que se caen solos por las escaleras.

No entiendo por qué la gente se preocupa tanto en interactuar y llevar a su terreno a un misántropo. La vida está llena de nobles ejemplos en los que la gente trata de demostrar a los demás, en contra de su naturaleza, que las cosas son mejores para ellos. Yo mismo, con cinco años, saqué a mi pez a pasear. No duró mucho. Es por el reto. El reto tiene la culpa. Cómo tener una amiga lesbiana muy apetecible. A veces el reto es todo. Tan todo que nos confunde. Vemos sólo el reto y no lo que hay debajo. No lo hacemos por ellos. Lo hacemos por nosotros.

Suponed que os señalan a una maraña de cables. Hay un alicate junto a ellos. Cortar cosas es divertido. Interesante. Suponed que cuando os acercáis os dais cuenta de que hay un temporizador. Un  característico sonido de «Tic Tac». Incluso el manido cartel de DANGER con un señor electrocutado. Diríais que es una bomba. Sé que a muchos os gustaría probar a cortar sólo por ver arder el mundo 2*. A veces las conclusiones obtenidas de lo que percibimos son equivocadas. Por ello pocos son los que deciden simplemente sentarse a observar. La tercera opción.

Ignorad a esa gente que dice que lo odia todo. La mera declaración de odio ya es una llamada de atención. La misantropía no se libra de convertirse en una tendencia. En una pose. Como ser asperger. Ahora lo más es tener un amigo misántropo asperger gay negro. Fingir personalidad a cambio de parecer no tenerla.

Un misántropo de verdad es un ninja de las relaciones sociales. Simplemente están pero tú no lo sabes. Y no dejan de hacerlo.

1* Todos sabemos que la duración de las baterías de los móviles funciona así. Tienes cuatro líneas de batería. Las tres primeras se van en las en la primera hora. La vida de la última línea  suele ser de unas cuatro o cinco horas. Su duración varía en función de las veces que apagues el móvil. Cierres o abras tráfico de datos. Enciendas para ver si ha llegado un mensaje. Estés esperando que te conteste alguien de vital importancia. Da igual el esfuerzo. Siempre acaba cuando llega una llamada vital o un mensaje que necesitas contestar. Si además las posibilidades de recarga son nulas, menos tiempo disponible

2*La historia de los carteles de aviso está plagada de grandes fracasos. Encabezan la lista el cartel de «NO TOCAR» junto con el de «NO PISAR EL CESPED». «PROHIBIDO HACER FOTOS» es un cartel de aviso joven, pero ya está demostrando lo que vale con la llegada de los móviles.

 Misantropía y procrastinación

La edad de Cristo

Te levantas. Las nueve y media. Recuerdas haber dado unas cuantas vueltas. ¿Cuándo?, quizás a las siete, la hora a la que vas a trabajar. El cuerpo se acostumbra rápido a ciertas costumbres que le impones. Levantarse. Apagar un despertador que hoy no suena. Salir. Los ciclos circadianos son muescas en la madera de la rutina. Pasas la mano por la viga que es tu vida y tropiezas con ellas. Siempre han estado ahí. A veces notas el metal de un clavo dónde retas al olvido colgando momentos. Los clavos son importantes. Elementos externos. Perturbadores. A veces pasas la mano tan rápido que duele si te los clavas. Saber que están ahí no es recordar.

Treinta y tres – dices. Te acostumbras a ese sonido. El número atómico del Arsénico. Una edad envenenada en blanco. No se puede tener memoria de lo que no has vivido aún. ¿De dónde viene esta obsesión?. Vas a por café. Piensas en la ironía de su negro color frente a lo albino de un día que no conoces. Lo bebes de un trago. Sin azúcar. Café apex. Manchas los bordes, las esquinas. Dejas esa característica marca circular de la taza en cada una de las horas que aún te esperan.

En el ordenador recoges las felicitaciones de esa vida 2.0 que ahora todos tenemos. Cada vez que actualizas la página aparecen más. F5 de nuevo. Como si se reprodujesen. Piensas en esas veces en las que has evitado decir un «Feliz cumpleaños» por no saber que añadir. Piensas que quizás les ocurre igual los que no escriben. Que los que me han escrito esta vez lo saben, que cuando sólo sabes repetir lo que dicen todos suena como a pésame. Al final las redes sociales no se diferencian de la vida. La gente se empeña tanto en ser feliz que tiene miedo a no serlo. Absurdos.

Son demasiadas preguntas para estar recién levantado. Tengo 33 años. Me dicen que es la edad de Cristo. Él no escuchaba un vinilo PJ Harvey a 33 rpm mientras se ataba una converse rojas. Solo por eso yo voy a vivir más.

Quiero llegar a los 27.